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presenta "Mejores Amigos serie 2"
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Serie 2 Lección 9: Jesús quiere que yo ORE al Padre
Querido(a) amigo(a):
Cada hijo de Dios tiene un privilegio maravilloso: el privilegio de hablar a Dios en oración. Las personas no salvas no tienen este privilegio, pero Dios oye y contesta las oraciones de sus hijos obedientes. En esta lección aprenderemos a orar y que sean contestadas nuestras oraciones.
La oración es hablar con Dios. No es sólo pedir lo que queremos. Podemos hablar con Dios acerca de lo grande y bueno que Él es. Podemos agradecerle por todo lo que Él ha hecho por nosotros, y, por supuesto, podemos pedirle lo que necesitamos.
La oración es una conversación personal entre tú y Dios. Jesús dijo, “...ora a tu Padre... en secreto...” (Mateo 6:6). El Señor Jesús también nos dijo que habláramos a Dios desde nuestro corazón, y no sólo dijéramos las mismas cosas una y otra vez.
Oramos al Padre en el nombre de Jesús. El Señor Jesús dijo, “En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23).
Siempre podemos orar al Señor Jesús, pero normalmente oramos al Padre en el nombre de Jesús. Jesús dijo, “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:24).
¿Puede todo el mundo orar a Dios como Padre? No, solamente Sus hijos, los que han nacido en Su familia por la fe en Su Hijo, Jesucristo.
¡Podemos orar en cualquier momento! La Biblia dice: “Orad sin cesar”. Esto significa que puedes hablar con Dios en cualquier momento. Tú puedes orar en silencio en tu corazón, ir a tu habitación y orar en voz alta, u orar con otras personas. El Señor Jesús ama que hables con Él. Puesto que Él está contigo todo el tiempo, puedes hablar con Él en cualquier momento y en cualquier lugar. ¿No es maravilloso?
El bendito Espíritu Santo nos ayuda a orar. Muchas veces no sabemos por qué orar. El Espíritu Santo conoce la mente de Dios, y Él nos ayuda a orar de acuerdo a la voluntad de Dios.
La oración es “un círculo poderoso” que involucra al Padre, al Señor Jesús, al Espíritu Santo y al creyente. El Espíritu Santo viene del Padre para decirnos en nuestro corazón por qué orar. Entonces, mientras oramos en el nombre de Jesús, el Espíritu Santo lleva nuestras oraciones al Señor Jesús, y el Señor Jesús las presenta a Su Padre.
¡Sí, él lo hace! ¿Cómo sabemos? Lo sabemos porque la Biblia lo dice. Dios dijo: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).
Hay diferentes tipos de oraciones, y todas son necesarias. Vamos a analizar algunas de ellas.
Oraciones de alabanza y acción de gracias.
Debemos comenzar nuestras oraciones alabando y agradeciendo a Dios. La Biblia dice, “Entrad por sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza…” (Salmos 100:4).
¡Tenemos tanto por qué alabar y agradecer a Dios! Alábale por Su grandeza, por Su amor por nosotros y por Su bondad para con nosotros. Dale gracias a Él por todo lo que nos ha dado en Cristo, y todo lo que Él hace por nosotros.
Oraciones de confesión.
Cuando oramos, debemos confesar nuestros pecados a Dios. Esto es muy importante. La Biblia dice, “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad [ocultar pecado], El Señor no me habría escuchado [contestado mis oraciones]” (Salmos 66:18).
No debemos tratar de ocultar nuestro pecado porque Dios ve nuestro corazón. En su lugar, debemos decirle a Dios que realmente estamos arrepentidos de nuestros pecados. Él ha prometido perdonarnos. Él dice, “Si confesamos nuestros pecados, Él es fi el y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Oraciones por nuestras necesidades.
Dios quiere que vengamos a Él y pidamos lo que necesitamos. Él dice, “… pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4:2).
Siempre debemos orar en el nombre de Jesús. Todas las bendiciones de Dios vienen a nosotros a través de Su Hijo, el Señor Jesús. El apóstol Pablo dijo, “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).
Oraciones por los demás.
Tenemos el privilegio de orar por los demás. Puedes orar por tus amigos enfermos. Puedes orar por los que están en problemas y por los pobres y hambrientos en cada lugar. Lo mejor de todo es que puedes orar por tu familia, amigos y demás, para que sean salvos. La Biblia nos dice que el Señor “no queriendo que ninguno perezca”, así que sabemos que Él oirá nuestras oraciones por los que no son salvos.
¿Puedes pensar en algunas cosas por las que debes orar cada día? Éstas son algunas:
*Ora para que seas paciente y amable.
*Ora para obedecer a tus padres y maestros sin quejarte.
*Ora para que hagas tu trabajo bien y no seas perezoso.
*Ora para que Jesús te ayude a amarlo más y a obedecer Su Palabra.
*Ora por las cosas que necesitas.
*Ora por tus amigos y familiares que no salvos.
No, Él no lo hace. Hay dos condiciones que debo cumplir si quiero que Dios responda a mis oraciones:
• Mi vida debe ser agradable a Dios. Dios se complace en responder a las oraciones de Sus hijos, cuyas vidas le agradan. La Biblia dice, “Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque guardamos Sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él” (1 Juan 3:22).
Cuando mis oraciones no son contestadas, debo preguntarme: “¿Hay algo en mi vida que sea desagradable para Dios?” Si me estoy aferrando a algún pecado en mi vida, Dios no responderá mis oraciones. Pero si confieso mis pecados y me aparto de ellos, Dios me perdonará y responderá mis oraciones.
• Debo orar en la voluntad de Dios. Si le pido a Dios algo que no es Su voluntad para mí, Él no me lo dará. Dios a menudo tiene que decir “No” a nuestras oraciones porque Él nos ama. Él sabe que lo que estamos pidiendo no sería bueno para nosotros. Debemos estar muy agradecidos por esto.
No hay mejor manera de agradar a Dios que amar y obedecer a Su Hijo, el Señor Jesús, y deleitarse en Él. Cuando hacemos esto, Dios oirá y contestará nuestras oraciones. La Biblia dice, “Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmos 37:4).
3 Grandes Verdades
Tengo el maravilloso privilegio de hablar con mi Padre celestial en oración en cualquier momento y en cualquier lugar.
Oro al Padre en el nombre de Jesús. Sólo aquellos que han nacido en la familia de Dios por fe en el Señor Jesús pueden llamar a Dios “Padre”.
Dios se complace en responder mis oraciones cuando mi vida es agradable a Él y mi oración va de acuerdo a Su perfecta voluntad.
La historia hasta ahora:
Los cuatro campistas se reúnen con el Sr. Martínez. El está muy preocupado por lo que escucha acerca del Sr. Marcos.
Capítulo 9:
Un Misterio Resuelto
El Sr. Martínez continuó su charla con Esteban, Alejandro, María y Susana. “Voy a hacer un poco más de observación y cuidar de esto tan pronto como pueda. Estoy complacido con ustedes por decírmelo.
“Fue bueno que esperaran hasta tener suficiente información, pero que me dijeran ahora antes de que continuara por más tiempo. Por favor, no les digan nada a los demás campistas sobre esto hasta que haga un anuncio esta noche. Espero que esto no dañe su semana aquí en el campamento”.
“¡Oh, no, señor!”, dijo Esteban rápidamente. “La estamos pasando genial”.
“Y yo estoy aprendiendo tanto acerca de Jesús”, añadió María.
Después de agradecer de nuevo a los muchachos, el Sr. Martínez les dijo que podían irse.
Una vez fuera, Esteban exclamó: “¡Ustedes, chicas, llegaron en el momento justo!”
“¿Por qué?”, preguntó Susana. “¿No te creyó el señor Martínez?”
“Sí, creo que él nos creyó”, contestó Alejandro. “Pero él ha conocido al Sr. Marcos desde hace muchos años. Nos dijo que pensaba que el Sr. Marcos estaba comprando estas cosas baratas y luego vendiéndolas a los campistas para ganar algo de dinero. Nunca pensó que se tratara de objetos robados.
“Y luego le contaste al Sr. Martínez lo que oíste en la tienda de la esquina. ¡Wow! ¡Eso es algo!”
Los muchachos se alejaron lentamente de la cabaña. Esteban no miró a los otros cuando dijo, “Supongo que esto me acabará con Enrique”.
María se volvió hacia Esteban y le dijo, “No estés triste, Esteban. Todo saldrá bien”.
“Estoy preocupado por Enrique”, contestó Esteban. “Él pensará que todos los cristianos son chismosos y estoy seguro que ya no me querrá más como su amigo. Sé que no ha aceptado a Jesús como su Salvador. Ahora, tal vez nunca lo haga”.
María podía darse cuenta por la voz de Esteban que estaba muy preocupado. “¡Podemos orar!”, ella dijo con un brillo en sus ojos. “Hagámoslo ahora mismo. El Señor Jesús puede cambiar a Enrique antes de que finalice el campamento”.
Los niños caminaron detrás de un árbol sombreado. Unieron las manos en un círculo y cada uno comenzó a orar por Enrique para que aceptara a Jesús como su Salvador antes de finalizar el campamento.
Después de la cena, todos los muchachos se reunieron con sus compañeros para la reunión de la tarde. Enrique no quería hablar mucho. El líder de alabanza dirigió muchas de las canciones que los campistas habían disfrutado esa semana.
Entonces el Sr. Martínez se levantó para hacer los anuncios de la tarde. Hubo de repente un silencio mientras decía, “Tengo que contarles algo muy triste esta noche. Lamento decir que el Sr. Marcos no estará con nosotros esta noche para tocar su violín”.
Continuó diciéndoles a los campistas que el anciano era culpable de robar algunas cosas y luego las vendió a dos de los campistas. “Los muchachos han admitido que secretamente recibieron esos artículos del Sr. Marcos.
“Puesto que los muchachos no sabían que fueron robados, sólo serán castigados por salir del terreno. Pero el hecho de que lo hicieran en secreto demostró que sabían que lo que estaban haciendo estaba mal. Ellos serán castigados no permitiéndoles nadar por el resto del campamento.
“Debido a que este es el primer delito del Sr. Marcos y como es un anciano, la policía le ha pedido que pague solamente por los objetos robados. El almacenista me dijo que podían guardar las cosas que compraron porque no sabían que habían sido robadas. Espero que oren por el Sr. Marcos”.
El Sr. Martínez hizo una pausa durante un minuto y luego preguntó, “¿Alguien tiene algo que decir sobre todo esto?”
El salón estaba muy silencioso mientras el Sr. Martínez esperaba. Entonces Rafael se levantó de un salto y dijo: “Lamento haber comprado esos cómics. No eran muy graciosos, pero eran del tipo que ponían malos pensamientos en tu mente.
“Sabía que no eran buenas, y no quería leer mi Biblia después. Esta tarde, los tiré a la basura. No quiero leer más ese tipo de cosas porque nuestro versículo del campamento nos dice que debemos hacer las cosas que agradan a Jesús. Sé que el Señor Jesús no leería esas historietas”.
“Has tomado una sabia decisión, Rafael”, dijo el señor Martínez. “Estoy complacido contigo. Recuerda siempre ese versículo de oro, incluso después del campamento”.
Entonces Anny se levantó y dijo con una voz temblorosa. “Compré unas cuentas con el dinero que mi padre me dio para la ofrenda del domingo y yo... lo siento”. Ella empezó a sollozar mientras se sentaba. La Srta. Laura se acercó y rodeó a Anny con el brazo.
El Sr. Martínez fue tocado mientras escuchaba a Rafael y a Anny. Se carraspeó la garganta mientras decía, “Estoy muy agradecido de que Rafael y Anny se arrepienten por lo que han hecho. Podemos pensar que estos fueron sólo pequeños pecados. Pero, chicos y chicas, cualquier pecado es incorrecto sin importar si es grande o pequeño y hace a Jesús infeliz. También muchas veces el pecado tiene consecuencias terribles”.
Luego habló con los muchachos acerca de cómo un pecado aparentemente pequeño puede crecer y volverse más grande y más grande hasta que muchas personas son perjudicadas por ello. Pidió a todos los campistas que se pusieran de pie y volvieran a leer en voz alta el versículo del campamento con él:
“Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”. (Colosenses 1:10)
Después de que el Sr. Martínez había terminado de hablar con los campistas, muchos de ellos se quedaron para hablar con sus consejeros. Los demás se fueron tranquilamente a sus camarotes y se acomodaron más rápido que de costumbre.
No fue hasta la tarde siguiente que María y Susana volvieron a ver a Esteban. Podían decir por la mirada en su cara que algo lo estaba molestando. “Esteban, ¿qué pasa?”, preguntó María.
Les mostró una billetera y dijo con voz temblorosa, “Oh, María, la billetera que le estaba haciendo a mi papá se ha arruinado. Ha sido cortada en diferentes lugares. Estaba bien cuando la guardé ayer. Pero, esta mañana, la encontré toda cortada. Creo que sé quién lo hizo”, agregó Esteban.
¿Quién arruinó la billetera de Esteban?
¡No te pierdas el próximo capítulo sobre Esteban y María!