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presenta "Mejores Amigos serie 2"
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Serie 2 Lección 7: Jesús quiere que yo sepa que le pertenezco
Querido(a) amigo(a):
Cuando tu creas algo, te pertenece. Nosotros fuimos creados por Dios por tanto le pertenecemos. Pero Satanás nos “robó” de Dios. Porque Dios nos ama, Él no puede soportar el perdernos para siempre, así que Él creó una manera de recuperarnos.
El Señor Jesús nos redimió.
“Redimir” algo significa que eso una vez te pertenecía y lo perdiste, pero lo recuperaste pagando un precio por él.
¿Cuál fue el precio que el Señor Jesús pagó para recuperarnos? El precio fue Su vida. El derramó Su preciosa sangre para redimirnos. La Biblia dice, que nosotros fuimos redimidos con “la sangre preciosa de Cristo…” (1 Pedro 1:19).
Jesús dio Su vida por nosotros para que podamos pertenecerle. Todos los que han sido redimidos por el Señor Jesús Le pertenecen.
El Señor Jesús quiere que yo SEPA que Le pertenezco.
Es triste, pero muchos de los hijos queridos de Dios viven sus vidas completas sin saber son certeza que son salvos. Esto entristece el corazón del Señor Jesús. Pensemos en algunas maneras por las que podemos saber que Le pertenecemos.
Jesús llama a los creyentes “Sus ovejas”. Él dijo, “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás [nunca se perderán], ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27,28).
Como creyentes, estamos en las manos poderosas de Dios y nadie puede arrebatarnos de Sus manos. Jesús dijo, “Mi Padre que me las dio [los creyentes], es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar [quitar] de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:29, 30).
En el momento en que aceptamos al Señor Jesús como nuestro Salvador, el Espíritu Santo viene a vivir en nosotros. Cada hijo de Dios tiene al Espíritu Santo viviendo en él.
El Espíritu Santo nos ayuda a saber, muy dentro de nuestros corazones, que pertenecemos al Señor Jesús. La Biblia dice, “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).
Una de las primeras cosas que el Espíritu Santo hace cuando viene a vivir en nosotros es derramar el amor de Dios en nuestros corazones. Dios tiene tanto interés en que sepamos cuanto Él nos ama que Él envía al Espíritu Santo a inundar nuestros corazones con su amor. La Biblia dice, “…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
En la Biblia, los creyentes son conocidos como aquellos que aman a Dios. Amamos a Dios y amamos a Su Hijo, el Señor Jesús. Sólo aquellos que pertenecen a Jesús realmente Lo aman. Las personas no salvas del mundo no aman a Jesús. Para ellos Jesús es simplemente otro hombre, pero para nosotros Él es la persona más maravillosa del universo.
Dios ama a cada persona, pero Él tiene un amor especial para aquellos que aman a Su Hijo. El Señor Jesús dijo, “pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:27).
¿Amas al Señor Jesús? ¿Es Él precioso para ti? Si es así, eres un creyente. Eres especialmente amado por Dios el Padre. La Biblia dice, “Para vosotros, pues, los que creéis, él [ Jesús] es precioso…” (1 Pedro 2:7).
Antes de confiar en Jesús como mi Salvador, yo decía y hacía cosas malas y eso no me molestaba. Pero ahora las cosas han cambiado; yo amo al Señor Jesús y quiero obedecerle. La Biblia dice, “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura [nueva persona] es…” (2 Corintios 5:17).
Porque soy un hijo de Dios, yo amo a la gente de Dios. Todos los creyentes son mis hermanos y hermanas en Cristo. La Biblia dice, “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14).
Porque soy un hijo de Dios, yo perdono a otros. La Biblia dice, “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32).
Porque soy un hijo de Dios, Jesús es verdaderamente mi Mejor Amigo especial. Yo realmente Lo amo y El me ama aún más.
¿Has confiado en el Señor Jesús como tu Salvador? Si es así, Dios quiere que sepas que tienes vida eterna. La Biblia dice, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que SEPÁIS que tenéis vida eterna…” (1 Juan 5:13).
El amor de un niño por su hermana.
La hermana de un niño tenía una extraña enfermedad de la sangre. Para salvar su vida, ella tenía que recibir una transfusión de sangre que fuera igual a la de ella. El doctor le hizo pruebas a la sangre del hermanito y encontraron que era idéntica a la de ella.
El padre y la madre del niño le explicaron que su hermana necesitaba sangre de la de él para poder salvar su vida. Le preguntaron si él estaría dispuesto a dar su sangre para salvar la vida de su hermana.
Él pensó un momento y dijo, “Sí, daré mi sangre para salvar la vida de mi hermana”.
El doctor procedió con la transfusión. Luego, el niño miró al doctor y le preguntó, “¿Cuánto tiempo falta para que muera?”
Nadie le había explicado bien al niño que él no moriría. Él pensaba que iba a dar toda su sangre para salvar la vida de su hermana. Él estaba dispuesto a dar su vida por su hermana porque la amaba.
El Señor Jesús de manera voluntaria derramó toda su preciosa sangre por nosotros. ¿Por qué lo hizo? ¡Lo hizo porque nos ama!
3 Grandes Verdades
El Señor Jesús me amaba y me redimió. Él dio Su vida para que pudiese pertenecerle.
El Señor Jesús quiere que yo sepa que Le pertenezco y que tengo vida eterna.
Puedo saber que soy salvo por la Palabra de Dios y por el Espíritu Santo. Yo amo a Jesús. Mi vida ha sido cambiada. ¡Soy una nueva persona en Cristo!
La historia hasta ahora:
El director del campamento, el Sr. Martínez, anima a los campistas a ayudarse los unos a los otros y a vivir el verso lema del campamento. Al final del campamento, se van a entregar dos Biblias como premios, uno a una chica y otra a un chico.
Capítulo 7:
Los Misterios del Campamento Continúan
El Sr. Martínez continuó hablando a los campistas en el salón principal. “Ahora también quiero contarles acerca de las actividades divertidas en las que podrán participar mientras estén en el Campamento Buena Esperanza.
“Las manualidades empiezan hoy en la mañana. En la tarde tendrán tiempo libre para irse de caminata, nadar, o jugar pelota. Quizás puedan usar este tiempo para practicar para el final de la semana cuando juguemos contra otras cabañas y grupos de compañeros.
“Queremos que trabajen juntos y que jueguen juntos. Todo lo que hagamos nos dará la oportunidad de hacer cosas que agradarán al Señor. Cada día aprenderemos más acerca de Jesús. Cuando salgamos de las reuniones, practicaremos lo que aprendimos. Así es como crecemos. Debemos obedecer la Palabra de Dios y la voz de Dios en nuestros corazones. Y debemos obedecer a aquellos que Dios pone sobre nosotros”.
Las chicas se divirtieron escogiendo un proyecto de manualidades para la semana. Pero cuando la mañana terminó y el día se ponía caliente, todos ansiaban ir a nadar al lago.
María se sorprendió de que Sara fuera tan buena nadadora. Ella podía tirarse de clavado, flotar y nadar mejor que cualquiera en el campamento.
La Srta. Laura también estaba impresionada. “Hey, Sara, ¿dónde aprendiste a nadar así?”, preguntó.
Sara parecía un poco avergonzada mientras todos la observaban. “Vivimos cerca de un lago y mi papa empezó a enseñarme a nadar cuando era muy pequeña”.
“Sara, estarías dispuesta a ayudar a otros durante nuestro tiempo de natación cada día?”, preguntó la Srta. Laura.
Sara se sorprendió, pero se puso contenta. “¡Claro! Me encantaría”, respondió.
María siguió pensando en cómo otros parecían estar creciendo. Hasta Sara.
“Señor Jesús”, oró, “por favor ayúdame a crecer y ser más como Tú”.
El día estuvo lleno de actividades divertidas que todos los muchachos disfrutaron. Nadie tuvo tiempo de aburrirse. Rápidamente María y Susana hicieron nuevos amigos.
Luego en la tarde María y Susana fueron a caminar por el bosque. Susana le dijo a María, “Sara va a hacer muchos amigos si continúa ayudando a otros a nadar. Ella le cae muy bien a muchas chicas en su cabaña. Pero, yo estoy preocupada por mi compañera, Anny”.
“¿Qué quieres decir, Susana? Pensé que ella iba a ser la chica más popular de la Cabaña 8”, respondió María.
“Oh, las chicas se burlan de ella por su ropa lujosa. La llaman ‘Princesa’. La encontré llorando en nuestra cabaña después del almuerzo y me dijo que quería llamar a su mamá e irse a su casa”, explicó Susana.
“No me sorprende que las chicas se estén burlando de ella. Ella está muy orgullosa de sus ropas. ¡Sólo habla de lo que se va a poner!”, dijo María.
Susana estuvo de acuerdo. “Lo sé, María. Al principio le tenía envidia por todas sus ropas, pero ahora me da pena. Anny me dijo que es hija única. Su mamá le escoge las ropas y no le permite ponerse jeans.
“Cuando su papa escuchó acerca del campamento, el insistió en enviarla aquí. Sé que ella quiere estar en la cabaña con las chicas y divertirse con ellas, pero no sabe cómo hacerlo”.
El rostro de María se iluminó, “Oh, Susana, ¡tengo una idea! ¿Por qué no le pedimos a la Srta. Laura que encuentre unos jeans y blusas para Anny? Quizás se llevaría mejor con las chicas si no estuviera vestida como una muñeca, sino que usara el mismo tipo de ropa como todas nosotras”.
“Pero, ¿qué diría su madre?”, preguntó Susana dudosa.
“Su papa la envió al campamento y él puede encargarse de ese problema. Probablemente él estaba cansado de tener una ‘princesa’ por hija en vez de una niña real”, respondió María riéndose.
Susana se rio. “Quizás tengas razón”. Entonces se puso seria y dijo. “Tan pronto tenga la oportunidad voy a hablar con Anny acerca de esto. Quiero ayudarla”.
María y Susana habían estado caminando por un sendero a través del bosque. Estaban llegando a la verja de la entrada cuando de repente escucharon un ruido en los arbustos.
Ambas se detuvieron de pronto, luego oyeron un “¡Psst!” Vieron a Esteban y Alejandro en cuclillas detrás de unos arbustos. Los chicos le hicieron señas para que se unieran a ellos. María y Susana se arrodillaron junto a los muchachos.
“¿Qué está pasando?”, preguntó María.
“Shh, mira hacia allá, por la verja”, susurró Esteban.
Mientras las chicas miraban a través de los arbustos, vieron a Enrique hablando con un señor mayor con un estuche de violín. De repente el estuche se abrió y Enrique empezó a meter cosas en sus bolsillos que el señor mayor le daba. La última cosa que el señor le dio a Enrique parecía como un rollo de papeles. Luego Enrique corrió hacia las cabañas.
Los 4 muchachos vieron al señor mayor esperar un momento y luego marcharse lentamente.
“¿Q-quién es ese hombre?”, preguntó María con voz temblorosa.
“No lo sé”, contestó Esteban con mirada confundida. “Pero creo—”
“¡Es casi hora de la cena!”, interrumpió Alejandro. “Tenemos que hablar con el Sr. Martínez acerca de esto antes de que se vaya de su cabaña”.
¿Qué le pasará a Enrique?
¡Entérate en el próximo capítulo como Esteban y María ayudan a resolver el misterio en el campamento!