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presenta "Mejores Amigos serie 2"
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Serie 2 Lección 3: Jesús es "el Cordero de Dios"
Querido(a) amigo(a):
Dios creó al hombre para Su gloria. Dios quería personas que le amaran, le obedecieran y trajeran gloria a su nombre. Pero el primer hombre de Dios, Adán, se rebeló contra Él y trajo pecado y muerte al mundo.
Piense en que significó esto para Dios cuando el pecado entró al mundo. El pecado arruinó Su bella creación. Piensen en como esto lastimó el corazón de Dios. La Biblia dice, “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra…y le dolió en su corazón” (Génesis 6:5,6).
Desde el principio, Dios le ensenó a Su pueblo que ellos debían ofrecer un animal inocente, usualmente un cordero, como sacrificio por sus pecados. Una persona que quería ser perdonada por sus pecados llevaría el cordero a un sacerdote. La persona pondría su mano sobre el cordero y diría algo como esto, “He pecado, pero Dios ha permitido que este cordero muera en mi lugar para que yo pueda ser perdonado de mis pecados”.
El cordero tenía que ser sacrificado de una manera tal que la sangre fuera derramada. Dios había dicho, “…y la misma sangre hará expiación de la persona [un pago por lo pecados de la persona]…” (Levítico 17:11).
¿Qué estaba Dios ensenándole a las personas? Él les estaba ensenando que el pecado es algo terrible a Su vista. Es tan terrible que la sangre de un animal inocente debe ser derramada por sus pecados.
La Biblia dice, “…y sin derramamiento de sangre no se hace remisión [perdón de pecados]” (Hebreos 9:22).
¿Puede la sangre de un animal borrar nuestro pecado? No, no puede. Pero, cuando un cordero es sacrificado, era una “imagen” de como el Hijo de Dios, un día, moriría en la cruz para borrar nuestros pecados.
Por miles de años, las personas sacrificaban corderos como Dios les había ensenado. Dios aceptaba estos sacrificios como una “cobertura” por sus pecados hasta que Jesús viniera. Cuando Juan el Bautista primero vio a Jesús, el clamó, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
¿Qué significa el nombre “el Cordero de Dios”? Significa que el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, es el sacrificio completo y perfecto por nuestros pecados. No hay necesidad ahora de cualquier persona ofrecer un animal como sacrificio por sus pecados. Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por los pecados de todas las personas, por la eternidad.
Porque Él era el Hijo de Dios sin pecado, Jesús podía morir por los pecados de todo el mundo. Él murió por mis pecados y Él murió por tus pecados.
Muchas personas no entienden por qué Jesús murió en la cruz. Ellos dicen, “¿Por qué Dios no podía simplemente perdonarnos? ¿Por qué tenía que morir Jesús?”
Dios no podía “simplemente perdonarnos” porque Él es santo y justo. Él debe castigar el pecado. La Biblia dice, “Justo es Jehová en todos sus caminos, Y misericordioso en todas sus obras” (Salmos 145:17).
Dios no podía pasar por alto nuestros pecados o pretender que no sabía de ellos. Hemos pecado, y merecemos ser castigados. Dos nos ama y quiere salvarnos, pero no puede ser injusto. ¿Cómo resolvió Dios el problema? Lo resolvió pagando Él mismo el precio por nuestros pecados en la persona de Su Hijo. La siguiente historia ilustra esto.
La Aguja de Tejer de la Abuela.
Joaquín vivía con su abuela. Joaquín amaba a su abuela y ella lo amaba a él. Pero Joaquín tenía el mal hábito de robar. La abuela de Joaquín lo castigaba una y otra vez por robar, pero él no dejaba de robar.
Un día la abuela dijo, “Joaquín, te amo demasiado como para dejarte continuar haciendo esto. La próxima vez que vengas a casa con cosas que no te pertenecen, voy a tomar una de estas agujas de tejer y la voy a calentar bien caliente en el fuego. Luego te voy a quemar la mano tan gravemente que nunca lo olvidarás”.
¿Amaba la abuela a Joaquín o lo odiaba? ¡Ella lo amaba! Joaquín no robó nada por mucho tiempo. Él sabía que su abuela cumpliría lo que decía.
Pero un día Joaquín empezó a robar de nuevo. Vino a casa con los bolsillos llenos de cosas robadas. Él trató de esconder sus artículos robados pero su abuela lo vio.
“¿Dónde conseguiste esas cosas?”, preguntó la abuela. No hubo respuesta. “Dime Joaquín, ¿dónde conseguiste esas cosas?”, preguntó la abuela de nuevo. Seguía sin dar respuesta.
“Has estado robando de nuevo”, dijo la abuela. “Tú sabes lo que te dije. Sabes que siempre cumplo mi palabra”. La abuela buscó la aguja de tejer de metal y la puso en el fuego. Cuando estaba roja del calor, llamó a Joaquín y le dijo, “Hijo, dame tu mano”.
Joaquín estaba temblando mientras le daba la mano, pero él sabía que había actuado mal. Él sabía que merecía ser castigado. La abuela pausó un momento y dijo, “Hijo, quiero que veas lo serio que es robar. Mereces este castigo, pero te amo tanto que voy a tomar el castigo por ti”.
Con esas palabras, soltó la mano de Joaquín. Tomando la aguja de tejer caliente, quemó su propia mano gravemente. Mostrando su mano quemada, le dijo, “Mira mi mano, Joaquín. No quites tu mirada de ella. Ese fue lo que me costó el tu robar”.
Joaquín dijo, “Eso detuvo el yo robar. Vi cuanto mi abuela me amaba y lo que mi pecado le costó”.
¿Que causó que la abuela sufriera tanto? Fueron los pecados de Joaquín. ¿Qué causó que el Señor Jesús sufriera y muriera en la cruz? Fueron NUESTROS pecados—mis pecados y tus pecados. Cada uno de nosotros puede decir, “Fueron mis pecados que pusieron a Jesús en esa cruz”.
La muerte de Cristo en la cruz nos muestra que Dios es justo. Dios no pasó por alto nuestros pecados. Él pagó el precio de nuestros pecados Él mismo en la persona de Su Hijo.
La muerte de Cristo en la cruz nos muestra que Dios es amor. En entregar a Su Hijo a morir por nosotros, Dios ha hecho el sacrificio más grande para que podamos saber cuánto Él nos ama.
Dios nos está diciendo, “Yo les he dado mi Hijo para que sea su ‘Cordero’—el que murió por todos tus pecados. En el momento en que Lo aceptes como tu Salvador, ¡te perdonaré de todos tus pecados por siempre!”
Yo soy salvo por creer en el Señor Jesús y recibirle como mi Salvador. Cuando yo acepto a Jesús como mi Salvador, Él se convierte en mi “Cordero”—en el que murió por mis pecados. Yo no tengo que rogarle a Dios para que me perdone; ¡El ama perdonarme! El me perdona en el momento en que acepto a Jesús como mi Salvador. ¡Dios me perdona de todos mis pecados!
3 Grandes Verdades
Sin el derramamiento de sangre, no hay perdón de pecados. En el Antiguo Testamento, Dios le ensenó a Su pueblo a ofrecer un cordero como sacrificio por sus pecados.
Jesús es “el Cordero de Dios” que derramó Su preciosa sangre en la cruz por los pecados de cada persona.
Cuando acepto a Jesús como mi Salvador, Dios me perdona de todos mis pecados.
La historia hasta ahora:
María y Susana fueron ganadoras del concurso del campamento. La madre de Susana debe decidir si Susana puede ir al campamento.
Capítulo 3:
El Primer Día
María y Susana fueron a casa de María luego de clases. Se rieron mientras Susana se medía la ropa de María. La mayoría le quedaron perfectas.
Luego, la Sra. Ortega y María llevaron a Susana a su casa. Las dos madres tuvieron una larga conversación y María y Susana estaban felices de escuchar a la Sra. Báez decir que iba a dejar ir a Susana al campamento.
Los próximos días estuvieron muy ocupados. De lo único que María y Susana hablaban era acerca del campamento. Esteban y Alejandro estaban tan emocionados como las chicas.
Por fin, el gran día llegó. Todos los campistas se juntaron en el parqueo de la iglesia. Los bultos fueron rápidamente montados en el autobús. Los muchachos le dijeron adiós a sus padres. El autobús estaba lleno de muchachos emocionados, cantando y riéndose durante el viaje de dos horas.
Finalmente, el autobús se detuvo en frente del gran salón comedor. A los campistas se les dijo que dejaran sus cosas en el autobús y que fueran dentro ya que su comida ya estaba lista.
¡Todos estaban tan hambrientos! Mientras los varones empezaban a comer, las hembras se unieron a ellos en la gran mesa donde estaban comiendo.
De pronto, el director del campamento, el Sr. Martínez, hizo un anuncio por el altavoz: “Bienvenidos, campistas. Tan pronto terminen su almuerzo, los consejeros estarán esperando en los autobuses para llevarlos a sus cabañas. Favor llevar sus bultos a sus cabañas rápidamente. Luego vengan al edificio principal en el centro del campamento para orientación”.
Los niños terminaron de comer y fueron llevados a sus cabañas.
“¡Oh Susana! Estoy tan emocionada de que estemos en la misma cabaña”, dijo María, desempacando su maleta.
“¡Yo también!”, respondió Susana. “¡Y hasta tenemos camas cercas! Debemos darnos prisa o llegaremos tarde”.
Dentro del edificio principal las chicas se sentaron y miraron alrededor. Saludaron a Esteban y a Alejandro que estaban sentados al otro lado del pasillo. El edificio estaba lleno de hembras y varones cuando el Sr. Martínez se puso de pies para hablar.
“Bienvenidos al Campamento Buena Esperanza”, comenzó el Sr. Martínez. “Estoy muy contento de verlos a todos. Si están contentos de estar aquí, aplaudan”.
El aplauso empezó lento al principio, pero fue creciendo más y más hasta que finalmente el Sr. Martínez tuvo que taparse los oídos. Luego se rio y les hizo señas para que hicieran silencio.
“Gracias, chicos y chicas”, dijo. “Veo que vamos a pasar un buen tiempo esta semana. Ahora quiero decirles qué se espera de cada uno de ustedes esta semana”.
Luego de que el Sr. Martínez explicó las reglas del Campamento Buena Esperanza, él les dijo acerca de los puntos que serían otorgados por cabañas limpias, buena conducta, manualidades y deportes. También les informó que cada uno sería asignado un compañero de campamento.
“Quiero que ayuden a sus compañeros. Sean amables con ellos y asegúrense que no son dejados fuera de actividades o que se sienten solos. Espero que su compañero pronto se convierta en un buen amigo”.
El Sr. Martínez luego se volteó y señaló un versículo de la Biblia escrito en la pared. Les pidió a todos que leyeran el versículo junto a el: “Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10).
“Este será nuestro versículo lema para el campamento esta semana”, dijo. “Significa que debemos vivir cada día de manera tal que sea agradable al Señor Jesús.
“Primeramente, debemos aceptarlo como nuestros Salvador. Luego podemos agradarle hacienda buenas obras y siendo de ayuda y obedientes.
“A medida que estudiamos la Palabra de Dios, aprenderemos más acerca del Señor Jesús y cómo podemos crecer para ser más como El. Quiero que todos se memoricen este versículo antes de irse del campamento. Ahora voy a decirles quién será su compañero de campamento por la semana”.
“Oh”, susurró Susana, “Temo que me va a tocar alguien que no me gusta”.
“A mí también”, murmuró María. “Espero que tú seas mi compañera porque quiero pasar esta semana contigo”.
María miró a Esteban y a Alejandro. Ellos parecían dudosos también. De repente, Esteban sonrió y señaló al versículo. María también se sonrió y se sintió mejor.
Ella sabía que Jesús los ayudaría a todos a amar y aceptar a sus compañeros de campamento. Con todo su corazón, María quería agradar al Señor Jesús y crecer hasta ser como Él. El Sr. Martínez empezó a leer los nombres de cada par de compañeros para la semana. A medida que los nombres eran llamados, los compañeros de campamento iban al frente y se sentaban juntos.
El nombre de Esteban fue llamado junto al de un muchacho llamado Enrique Fernández. María miraba consternaba al ver a un muchacho fornido, con el cabello revuelto arrastrando sus pies hasta llegar al frente. Sus jeans eran grandes y anchos y tenía el ceño fruncido. Un sentimiento de calidez sobrevino al corazón de María al mirar a su hermano estrecharle la mano a Enrique.
“Oh”, pensó María, “Ya Esteban está empezando a crecer”. Miró hacia el versículo una vez más. María empezó a orar en su corazón, “Ayúdame a crecer y ser más como Tú, Señor Jesús. Quiero crecer rápido”. María estaba ansiosa por que llamaran su nombre.
¿Quién será la compañera de campamento de María?
¿Serán Esteban y Enrique buenos amigos?
No te pierdas las próximas aventuras emocionantes del campamento.