bajo un acuerdo especial con
presenta "Mejores Amigos serie 1"
bajo un acuerdo especial con
presenta
Serie 1 Lección 5: ¡Jesús está VIVO hoy!
Querido(a) amigo(a):
Sabemos que Jesús murió en la cruz por nuestros pecados, ¿pero que pasó después de eso? ¿Realmente Jesús se levantó de la tumba? ¿Él está vivo hoy? Si es así, ¿dónde está ahora? Encontraremos las respuestas a estas preguntas en esta lección.
El Señor Jesús murió alrededor de las tres de la tarde. Su cuerpo fue bajado de la cruz y fue enterrado en la tumba de un hombre rico. Esta tumba se encontraba en una cueva en un lado de una montaña. Rodaron una gran piedra en frente de la tumba.
Jesús estuvo en la tumba durante tres días. Temprano en la mañana del tercer día, mientras aún estaba oscuro, el Señor Jesús resucitó de entre los muertos. Hubo un gran terremoto. Un ángel descendió del Cielo, rodó la piedra y se sentó sobre ella.
Poco tiempo después de esto, tres mujeres vinieron a la tumba. Cuando llegaron, encontraron que la tumba estaba vacía. El ángel les dijo,
“No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor” (Mateo 28:5,6).
Las tres mujeres estaban muy emocionadas. Ellas corrieron de regreso a decirle a los discípulos. Se encontraron con Pedro y Juan y les dijeron lo que habían visto y escuchado.
Pedro y Juan corrieron hacia la tumba. Cuando llegaron y miraron dentro, vieron algo asombroso. ¡El cuerpo de Jesús no estaba allí! Los lienzos, que habían sido envueltos sobre el cuerpo de Jesús, estaba allí. ¡Había resucitado!
Luego, María Magdalena regresó sola a la tumba. Ella estaba llorando desconsolada. De repente se dio cuenta de que había alguien cerca de ella. Pensó que era un jardinero y le preguntó dónde habían llevado el cuerpo de Jesús. Pero no era el jardinero; era el mismo Jesús. El dijo, “¡María!”
Ella reconoció la voz del Señor y se volteó y dijo, “¡Maestro!” Luego corrió y le dijo a los discípulos que había visto al Señor.
Esa noche, diez de los discípulos se juntaron en un aposento alto. Tomás no estaba allí. Ellos tenían las puertas cerradas porque tenían temor.
De repente Jesús se les apareció en medio de ellos. Él les dijo, “Paz a vosotros”. Los discípulos pensaron que estaban viendo un espíritu y no una persona real.
Jesús les mostró Sus manos con la marca de los clavos en ellas y Su costado con la herida de la lanza. Jesús les dijo que miraran Sus manos y pies. Les dijo que Lo tocaran, le pusieran las manos y vieran que era una persona real de carne y hueso y no un espíritu, El se sentó con ellos y comió pescado y miel con ellos.
El Señor Jesús era la misma Persona a quien los discípulos habían conocido y amado. Pero ahora tenía un cuerpo glorioso, resucitado.
En Su cuerpo poderoso, resucitado, Jesús podía ir de un lugar a otro de manera instantánea. Él tenía un cuerpo real que podías ver y tocar; pero podía traspasar puertas cerradas.
Los diez discípulos estaban llenos de gozo. ¡ Jesús estaba vivo de nuevo! Encontraron a Tomás y le dieron las Buenas Nuevas.
Pero Tomás no les creyó. Tomás dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25).
Ocho días más tarde, los discípulos estaban de nuevo en el aposento alto. Esta vez, Tomás estaba con ellos.
Jesús se les apareció de nuevo y dijo, “Paz a vosotros”. Luego se volteó hacia Tomás y le dijo, “Tomás, Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, ¡sino creyente!”
Tomás se sentía avergonzado por no haber creído. El adoró a Jesús diciendo, “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28).
El Señor Jesús se apareció en la tierra por cuarenta días luego de haber resucitado de entre los muertos. Se apareció a sus seguidores en muchas ocasiones. Fue visto por muchas personas. En una ocasión, más de 500 personas le vieron luego de haber resucitado de entre los muertos.
La resurrección de Jesucristo prueba que Él es quien Él dijo que era—el Hijo de Dios. La Biblia dice que Jesucristo fue “declarado Hijo de Dios con poder…… por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).
Cuando llegó el momento de Jesús regresar al Cielo, El les dijo a Sus discípulos que se encontraran con Él en una montaña específica. Cuando llegaron y Le vieron, Le adoraron. Jesús les dijo, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).
Jesús bendijo a Sus discípulos, y mientras ellos observaron, el ascendió, arriba, arriba, hasta el Cielo. Ellos lo observaron hasta que una nube Lo ocultó de sus vistas. Su amado Jesús había regresado al Cielo.
Mientras los discípulos estaban parados allí, mirando hacia el Cielo, dos hombres en ropas blancas y brillantes se les aparecieron y dijeron: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).
Hoy Jesús está en el Cielo, en su glorioso cuerpo resucitado, sentado a la diestra de Dios el Padre. Él tiene todo el poder en el Cielo y en la tierra. Algún día El volverá para llevarnos a estar con Él en el Cielo por siempre. Esta es la Persona en quien Dios quiere que crea, ame y tenga como mi Salvador, mi Señor y mi mejor Amigo especial.
Los Puntos más importantes:
Jesús resucitó de entre los muertos en un cuerpo glorioso y resucitado.
Jesús tiene toda la potestad en el Cielo y en la tierra.
Jesús se encuentra en el Cielo hoy, sentado a la diestra de Dios el Padre.
Jesús regresará algún día para llevarnos a estar con Él por siempre.
Resumen del capítulo anterior:
En la Escuela Dominical María le pidió a Dios que la perdonara y recibió a Jesús como su Salvador. Ella sabe que debe de decirle a su maestra acerca de las mentiras. En la escuela al otro día, María dice: “Srta. Pérez, tengo algo que decirle”.
Capítulo 5:
Arreglando las cosas
“María, me gustaría conversar contigo”, le dice la Srta. Pérez de manera apresurada, “pero tengo que ir a una reunión de maestros ahora mismo. Vas a tener que venir a verme antes de clases. Vete ahora y hablamos en la mañana”.
María sintió como el corazón se le derrumbaba. Le tomó todo el día coger valor para confesar sus mentiras a la maestra y ahora tenía que esperar hasta mañana. ¡Cómo iba a sobrevivir esto! Se suponía que las cosas debían ser más fáciles no más difíciles.
Cuando María estaba llegando a la verja del colegio, Susana vino corriendo hacia ella. Parecía preocupada. “María”, preguntó, “¿por qué estabas hablando con la Srta. Pérez? ¿Ella sabe acerca de lo que hicimos?”
“Le iba a contar lo que hice”, dijo María. “Pero ella no tenía tiempo para escucharme ahora”.
“¡María Ortega! ¿Le vas a contar acerca de mí también?”, Susana empezó a llorar.
María empezó a explicarle como ella había aceptado a Jesús como su Salvador. Y que ahora quería contarle a su maestra acerca de todas las cosas malas que había hecho y pedirle perdón.
Pero Susana no entendía lo que ella estaba diciendo. “Creo que eres muy mala, María”, le dijo. “Si le dice a la Srta. Pérez ella no me va a dejar estar en el concurso del campamento. Y me imagino que también le dirás a tu mama acerca del abrigo. Tendré que devolverte ese bello abrigo rojo. ¿Cómo me puedes hacer eso luego de que te ayudé a ver a tu abuela?”
María contuvo la respiración. Ella no había pensado en todas las consecuencias de lo que ella había hecho mal. Susana hizo posible que ella fuera a cantar para su abuela. También sabía que tenía que decirle a su mamá acerca del abrigo. Quizás esta no era la forma de mostrarle a Susana cuanto apreciaba su ayuda, pensó María. “Le voy a rogar a mami para que puedas quedarte con el abrigo, Susana”, prometió María. “Y le diré a la Srta. Pérez que todo fue culpa mía el viernes. No creo que te culpe a ti. Por favor no te enojes conmigo, Susana”, le pidió María.
La cara de Susana parecía una nube de tormenta. “¡Estoy enojada contigo, María!”, dijo. “¡Y si vas y le dice todo lo vas a lamentar!” Rápidamente dio la vuelta y corrió por la calle.
María no fue de inmediato a su casa. Se preguntaba si las cosas podían ponerse peor. Pronto dobló la esquina y lentamente caminó por el jardín delantero de su casa.
“¡Hola, María!”, voceó Esteban mientras Capitán lo perseguía alrededor de la esquina de la casa. “¿Cómo estuvo el colegio hoy?”, preguntó mientras se reía de Capitán.
“Oh, supongo que bien”, respondió suspirando.
Esteban se detuvo y miró a María, luego preguntó, “¿Que te pasa? Pareces como si hubieses perdido a tu mejor amiga”.
“Creo que eso hice Esteban. He hecho algunas cosas terribles. Estoy en serios problemas. Ahora Susana está muy enojada conmigo. No sé lo que voy a hacer”. Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de María mientras lloraba.
“Estoy seguro que las cosas se van a arreglar con Susana. ¡No puedes estar en TANTOS problemas!”, dijo Esteban, tratando de consolarla.
“Sí, lo estoy, Esteban”, insistió María. “Tengo que decirle a alguien acerca de todo lo que he hecho”.
Esteban y María caminaron y se sentaron en la galería. Respirando profundamente María empezó a contarle a Esteban acerca del listado roto y como logró que Susana mintiera dándole el abrigo rojo.
“¡Wow!”, exclamó Esteban. “¡Que lío! Realmente estás en muchos problemas. Tienes que contarle todo a mamá y ella va a estar muy enojada contigo. Tu maestra también pudiese enojarse contigo y también está Susana. Sé que te cae muy bien. ¿Me pregunto si este es el tipo de problema del que hablaba mi maestro de Escuela Dominical?”
“¿De qué estás hablando ahora, Esteban?”, preguntó María.
Esteban comenzó a hablarle suavemente a María, “El domingo, mi maestro dijo que podíamos darle nuestros problemas a Jesús.
“Tres días después de que Jesús murió, Él se levantó de entre los muertos. Luego se fue al Cielo.
“Hoy Jesús está vivo y sentado a la diestra de Dios. Porque Él está vivo, podemos darle nuestros problemas a Jesús y Él nos escucha. Mi maestro nos dijo que nos memorizáramos 1 Pedro 5:7 de la Biblia. Si tenemos problemas, entonces podemos recordar el versículo. Dice ‘echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros’. Quizás memoricé el versículo para poder decírtelo ahora”.
“Gracias, Esteban. Mi maestro nos dijo lo mismo—que siempre podemos llevar nuestros problemas a Jesús”.
Luego de la cena, María tuvo la oportunidad de hablar con su mama acerca del abrigo, pero no encontraba las palabras para decírselo.
En la cama, María daba vueltas y vueltas, tratando de pensar en qué decirle a la Srta. Pérez y qué decirle a su madre. Estaba preocupada porque Susana estaba muy enojada con ella. Luego pensó en el versículo que Esteban había compartido con ella.
María se levantó y se arrodilló al lado de su cama. Comenzó a contarle a Jesús acerca de todo el problema en que estaba envuelta. “Querido Jesús”, oró. “Estoy tan agradecida de que estás vivo y puedes escucharme. Por favor ayúdame a hacer lo correcto”. Luego volvió a la cama y se durmió.
¿Podrá María decir la verdad?
¿Podrá Jesús darle la valentía que necesita? ¿Podrá Susana perdonar a María?
¡Entérate en el próximo capítulo—con tu próxima lección!