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presenta "Mejores Amigos serie 1"
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Serie 1 Lección 4: Jesús muere por MIS pecados
Querido(a) amigo(a):
¿Sabías que la Biblia contiene “malas noticias” y “buenas noticias”? Las “malas noticias” son acerca de nosotros—como somos. Las “buenas noticias” son acerca de Dios. Como Él es y lo que ha hecho por nosotros.
Las ”malas noticias” es que tenemos pecado en nuestros corazones. En nuestra última lección aprendimos que cada persona nace con pecado en su corazón.
¿Alguna vez has mentido? ¿Has desobedecido a tus padres? ¿Has tomado algo que no te pertenece? ¿Alguna vez has odiado a alguien? ¿Alguna vez has dicho malas palabras? Hacemos estas cosas porque tenemos pecado en nuestros corazones.
Las “buenas noticias” es que Dios nos dio a su Hijo para que fuera nuestro Salvador. El Señor Jesús murió en la cruz para tomar el castigo por nuestros pecados. Pero Jesús no se quedó muerto. Él se levantó al tercer día. ¡Resucitó para ser nuestro Salvador viviente y nuestro mejor amigo especial!
Cuando aceptamos al Hijo de Dios, al Señor Jesús como nuestro Salvador, Dios perdona todos nuestros pecados y nos hace su hijo por siempre. ¡Esas son muy buenas noticias!
“He estado tratando de ser Cristiano”.
Jonatán tenía el rostro preocupado cuando se acercó al maestro de Biblia luego de clases. Le dijo, “He estado tratando y tratando de ser un cristiano, pero simplemente no puedo serlo”.
“¿Por qué dices que no puedes ser cristiano, Jonatán?”, preguntó el maestro.
“Porque hago cosas malas”, dijo Jonatán, mientras bajaba la cabeza.
“Jonatán”, dijo el maestro, “tú no te conviertes en un cristiano tratando de ser uno. Tú te conviertes en cristiano aceptando al Señor Jesús como tu Salvador. Cuando Jesús viene a vivir en nosotros, Él nos da el poder de dejar de pecar”.
Estas fueron muy buenas noticias para Jonatán. El oró y le pidió al Señor Jesús a entrar en su corazón.
Porque Dios nos ama tanto, Él nos dio el mejor regalo que podía darnos. Él nos dio a su Hijo para que fuera nuestro Salvador. La Biblia dice, “el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14).
El Señor Jesús nació en Belén. Jesús tenía una madre como cualquier otro bebé, pero Él no tenía un padre humano como lo tenemos tú y yo.
¿Quién era Su Padre? ¡Dios era Su Padre! Jesús vino al mundo como un pequeño bebé, pero era diferente a nosotros porque Él no tenía pecado en su corazón. ¡Él es el hijo de Dios sin pecado!
¿Alguna vez te has preguntado como Jesús obtuvo su nombre? ¡Dios se lo dio! El nombre “Jesús” significa “Salvador”. Jesús es Aquel que nos salva de nuestros pecados. Dios dijo, “y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
Cuando Jesús se convirtió en un hombre, empezó a predicar y a ensenar. Un día Juan el Bautista vio a Jesús. Juan dijo, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Juan llamó a Jesús “el Cordero de Dios” porque Jesús iba a morir por los pecados del mundo. Jesús es el Único que podía morir por nuestros pecados porque Él es el Hijo de Dios. Él nunca pecó. Él era puro y santo. Es por esto que Él podía tomar el castigo por nuestros pecados.
Ahora llegamos al evento más triste pero más maravilloso que jamás ha pasado en este mundo—el momento en el que Jesús sufrió y murió en la cruz por nuestros pecados. Los hombres no le quitaron la vida a Jesús. El escogió darla por nosotros.
El dijo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida…Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo” (Juan 10:17, 18).
Jesús fue llevado al gobernador Romano, Poncio Pilato. Pilato ordenó a los soldados a que sacasen a Jesús y que lo azotasen. Fue terriblemente golpeado. Algunas personas le arrancaron los cabellos del rostro. Algunos le vendaron sus ojos y tomaron turnos dándole en el rostro con palos. Algunos hasta le escupieron en el rostro y se burlaban de Él.
Hicieron una corona para Jesús—no una corona de oro, pero una corona de espinas. Luego lo llevaron a un lugar llamado Calvario y lo crucificaron. Esto significa que sus manos y pies fueron clavados en la cruz.
Dos ladrones fueron crucificados al mismo tiempo, uno a cada lado de Jesús. Estos dos hombres habían hecho muchas cosas malas. Pero Jesús nunca había hecho algo malo. Jesús, el Hijo de Dios estaba muriendo por nuestros pecados.
Mientras Jesús colgaba en la cruz, Él podía ver a la gente que lo habían azotado. El podía ver a los que lo habían crucificado en la cruz. El miró hacia el Cielo y oró, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes” (Lucas 23:34). Jesús oró por sus enemigos. Él quería que se salvaran.
Uno de los ladrones que fue crucificado con Jesús fue salvo porque aceptó al Señor Jesús como su Salvador. Él dijo, “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Jesús le respondió, “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
El otro ladrón hubiese sido salvo también si hubiese aceptado al Señor Jesús como su Salvador. Jesús lo amaba y quería ser su Salvador, pero él no creía en Jesús. El no se salvó. El no fue al Cielo.
¿Por qué el Hijo de Dios murió en la cruz? Jesús murió para que pudiésemos ser perdonados de todos nuestros pecados. Jesús es el Hijo de Dios. El nunca cometió ni un solo pecado en toda su vida, pero el cargó con el castigo por mis pecados y tus pecados.
Dios tomó todos mis pecados, todos tus pecados, y los pecados de todas las personas y los puso sobre Su Hijo. Todas mis mentiras, mi desobediencia, mi manera fea de hablar, mi egoísmo, mi temperamento fuerte, todos mis pecados fueron puestos sobre Jesús. La Biblia dice: “...más Jehová cargó en él [ Jesús] el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).
¡Piensa en el Hijo de Dios muriendo en una cruz como un criminal! ¿Por qué lo hizo? Lo hizo porque nos amaba.
Hemos aprendido una maravillosa verdad: Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por nuestros pecados. Es aún más maravilloso cuando dices: “¡Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por MIS pecados!” ¿Podrías decirte eso ahora mismo?
Todos mis pecados estaban sobre Jesús cuando Él estaba en esa cruz, pero cuando Él se levantó de la tumba, todos habían desaparecido. ¿Qué le pasó a mis pecados? Dios los quitó. Los borró. ¡Se fueron por siempre! Dios dice que ni siquiera los recordará. En Su Palabra, Él dice, “Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:17).
¿Te gustaría agradecerle al Señor Jesús por morir por tus pecados? Tu puedes hacer esto ahora mismo. Sólo dile, “Señor Jesús, te doy las gracias por amarme tanto que moriste por mis pecados. Quiero que seas mi Salvador y mi mejor Amigo especial”.
Resumen del capítulo anterior:
María dijo una mentira para poder ir a ver a su abuela. Luego involucró a su amiga Susana en la mentira. La visita de María a su Abuela terminó justo cuando iba a averiguar el por qué las personas mienten y hacen cosas malas.
Capítulo 4:
Encontrando la Respuesta
“María y yo no nos habíamos visto en mucho tiempo”, le dijo la Abuela a la Srta. Pérez. “Fue mi culpa por mantenerla aquí. Por favor no la castigues por eso”.
“Bueno, ya veremos...”, respondió la Srta. Pérez de manera irritada.
Camino a casa en el autobús, María se sentía decepcionada. Si tan solo su abuela hubiese podido terminar de explicarle todo. “Soy igual que Adán y Eva. Quería las cosas a mi manera”, se dijo. Cada día se sentía peor por dentro. “¿Quien puede explicar las cosas como abuela?”, se preguntaba María.
A la mañana siguiente, María fue al patio donde Esteban estaba jugando con Capitán. “Esteban”, le preguntó. “¿Quieres ir a la escuela dominical mañana?”
Esteban lanzó la pelota hacia el entusiasmado cachorro y lo observó mientras iba tras ella. Luego dijo, “¡Seguro! Me gustaría saber si ese libro en el Cielo del que hablas es verdad”.
“Lo es”, dijo María. “Sólo pregúntale a la profesora mañana. Ven y ayúdame a llamar a Ana. Le preguntaremos a ver si Tío Pedro puede pasarnos a buscar”.
Tan pronto Ana escuchó lo que ellos querían, ella llamó a su papa por teléfono. El Tío Pedro sonaba complacido. Prometió pasarlos a buscar y llevarlos de regreso luego de almorzar.
Cuando su madre llegó a casa, María y Esteban le preguntaron si podían ir a la iglesia y a la escuela dominical. “Oh, no me importa”, dijo con desdén. “Pero ustedes van a tener que alistarse solos. Y no hagan ruido. Su padre y yo vamos a salir esta noche y vamos a querer despertarnos más tarde mañana”.
El próximo día en la Escuela Dominical, María observaba cuidadosamente mientras la maestra ponía imágenes de Adán y Eva en un franelógrafo. La maestra empezó repasando las lecciones anteriores enseñadas en la clase. “Adán y Eva pecaron, lo recuerdan. Y pasaron su naturaleza pecaminosa a nosotros. Todos nacemos con pecado en nuestros corazones. Por eso es que hacemos y decimos cosas malas. Todos queremos hacer las cosas a nuestra manera. Dios nos ha dicho que ningún pecado puede entrar al Cielo”.
María estaba asombrada de que estaba escuchando lo que su abuela había comenzado a decirle el viernes. Quizás su maestra pudiese responder sus preguntas. María levantó la mano. “¿Cómo puede alguien ir al Cielo? ¿Cómo pueden nuestros nombres ser inscritos en el hermoso libro de Jesús?”, preguntó con rostro preocupado.
La maestra sonrió al responder. “María, Dios nos amaba demasiado como para dejarnos en nuestros pecados y tristeza. El envió a Su Hijo, el Señor Jesús, para tomar el castigo por nuestros pecados”. Ella puso una imagen de la cruz en el franelógrafo y continuó. “Los soldados tomaron a Jesús y lo azotaron con látigos. Pusieron una corona de espinos sobre su cabeza. Luego lo clavaron a la cruz donde murió. El murió por tus pecados y por los míos. Esta es la manera en la que Jesús nos salva de nuestros pecados, tal y como dice la Biblia en Mateo 1:21”.
“¿Quiere decir que Jesús pagó el castigo por las cosas que hacemos, como decir mentiras y desobedecer?”, preguntó María.
“Sí, querida”, contestó la maestra. “Dios tomó todas las cosas malas que habíamos hecho y las puso sobre Jesús. Ahora necesitamos creer que Jesús murió por nuestros pecados y recibirlo como nuestro Salvador. En el momento en que hagamos eso, Dios nos perdona de todos nuestros pecados. La Biblia dice en Hechos 16:31, ‘Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo’”.
Finalmente María entendió. “Yo quiero hacer eso”, dijo. Había deleite en el rostro de la maestra mientras le decía a la clase, “María puedes hacer eso ahora mismo. Cualquiera de ustedes puede recibir a Jesús en este momento. Cerremos nuestros ojos”. Luego le dijo a María, “Ahora María, ora y dile a Jesús que tú crees que Él murió por ti. Dile que te arrepientes de tus pecados. Pídele que entre a tu corazón y que sea tu Salvador”.
Los otros niños estaban tranquilitos mientras María oraba. La maestra oró y la clase terminó.
Mientras María se marchaba, la maestra puso su brazo alrededor de ella y dijo: “Espero que vengas a la escuela dominical cada domingo, María. Y recuerda que ahora puedes llevarle todos tus problemas a Jesús”.
“¿Está mi nombre escrito en el hermoso libro en el Cielo ahora?”, preguntó María.
“Sí, María, tu nombre está escrito en el hermoso libro de Jesús”. La maestra asintió con la cabeza y le sonrió mientras se despedía de ella. Los ojos de María brillaban mientras ella y Esteban se marchaban de la iglesia esa mañana.
Camino a casa en el vehículo esa tarde, María se acercó a Esteban. “¡Tengo una noticia maravillosa! Pertenezco a Jesús ahora”, le susurró. “Y mi nombre está escrito en el hermoso libro de Jesús”.
“¡WOW!”, exclamó Esteban. “Nuestro maestro me dijo que todo lo que habías dicho era verdad. Nos contó de muchas otras cosas buenas también. Si Tío Pedro nos lleva, me gustaría regresar el domingo que viene”.
“A mi también”, dijo María. “Ahora Jesús me va a ayudar a hacer las cosas correctas que necesito hacer”.
En el colegio el próximo día, María sabía que iba a tener que decirle a la Srta. Pérez lo de la mentira y el listado roto. “Y voy a tener que decirle que puse a Susana a decir mentiras también”, pensó asustada. Luego recordó que Jesús la ayudaría y comenzó a sentirse mejor.
Justo antes de sonar el timbre, La Srta. Pérez dijo, “Unos amigos míos están ofreciendo una semana gratis de campamento a cinco estudiantes que muestren la mayor mejoría durante el resto de este año. Serás escogido por tu esfuerzo en la escuela y mayormente por tu buena conducta. Espero que todos den lo mejor de si”.
El corazón de María dio un vuelco. ¿Cómo le iba a contar ahora a la Srta. Pérez? Eso arruinaría sus chances de ir al campamento. Lentamente María se puso de pies. Los otros estudiantes se abrían paso contra ella y salían por la puerta. María empezó a seguirlos. De repente se devolvió y corrió hacia el escritorio de su maestro. “Srta. Pérez”, le dijo. “Tengo algo que decirle”.
¿Qué le dirá María a su Maestra? ¿Le dirá María finalmente a su maestra la verdad acerca del listado?
¡No te pierdas el próximo capítulo emocionante en la historia de Esteban y María!