bajo un acuerdo especial con
presenta "Mejores Amigos serie 1"
bajo un acuerdo especial con
presenta
Serie 1 Lección 3: ¿De dónde vino el Pecado?
Querido(a) amigo(a):
En nuestra última lección aprendimos que Dios es el Creador de todas las cosas. Cuando Dios creó al mundo, todo era bello y bueno pero ahora las cosas son diferentes. Muchas cosas no son bellas y buenas. ¿Qué pasó? ¡El pecado arruinó la bella creación de Dios!
¿Qué es el pecado? El pecado son las cosas malas que hacemos. La Biblia nos dice que el pecado vino al mundo porque Adán y Eva desobedecieron a Dios. Veamos como sucedió esto.
Recuerda que Dios hizo un bello jardín para que Adán y Eva viviesen en el. Se llamaba “el Jardín del Edén”. Dios mismo plantó ese jardín para ellos. Adán y Eva tenían todo lo que necesitaban en ese jardín.
Dios les dijo a Adán y a Eva que podían comer del fruto de cada árbol en el jardín con la excepción de uno. Dos les dijo que ciertamente morirían si comían del “árbol del conocimiento del bien y del mal”. Dios dijo, “…porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
En el principio, Adán y Eva estaban muy felices en el bello jardín que Dios había plantado para ellos. Pero un día otra persona fue al Jardín del Edén. ¡Esa “persona” era Satanás!
¿Quién es Satanás?
Satanás es el gran enemigo de Dios. Cuando Dios lo creó, él era un bello ángel llamado Lucifer. Lucifer significa “portador de luz”. Él era el ángel más sabio y bello que Dios había creado.
¿Cómo Lucifer se convirtió en el enemigo de Dios?
Un día el orgullo entró al corazón de Lucifer. Él pensaba en lo sabio que era y cuan bello era y el decidió que podía tomar el lugar de Dios. ¡Él se rebeló contra Dios! En ese momento Lucifer se convirtió en el enemigo de Dios, y Dios lo sacó del Cielo. Su nombre fue cambiado a Satanás, que significa “enemigo”. Satanás es el enemigo de Dios y nuestro enemigo también.
Satanás quería que Adán y Eva desobedecieran a Dios. Él quería que ellos se rebelaran contra Dios como él lo había hecho. Satanás vino a Eva en la forma de una serpiente. Le preguntó a Eva si ella y Adán podían comer del fruto de todos los árboles del jardín.
Eva le dijo que Dios les había dicho que no comiesen del fruto del “árbol del conocimiento del bien y del mal”, y que si lo hacían, ciertamente morirían.
Satanás respondió, “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios...” (Génesis 3:4, 5).
¡Eso era una mentira! Jesús dijo que Satanás es “un mentiroso y Padre de la mentira” (Juan 8:44b). Satanás utilizó una mentira para engañar a Eva en desobedecer a Dios.
Satanás trata de engañarnos con sus mentiras. Él puede decirte, “Tú no tienes que obedecer a tus padres y tus maestros. Otros chicos los desobedecen y tú también puedes hacerlo”. Cuando te metes en problemas, Satanás dice, “Di una mentira”.
Eva fue engañada por Satanás. Ella no debió de creer la mentira de Satanás, pero lo hizo. Ella tomó del fruto prohibido y lo comió. Le dio del fruto a su esposo y él también comió.
¡Adán y Eva habían desobedecido a Dios! Ellos habían seguido a Satanás en su rebelión contra Dios. Habían pecado. En vez de tener a Dios en sus corazones, ahora tenían pecado en sus corazones.
¡El pecado es algo terrible! Porque Adán y Eva pecaron, ya no podían vivir con Dios. Dios los sacó del bello jardín que Él había preparado para ellos. Dios colocó a un ángel con una espada resplandeciente en la entrada del jardín para mantenerlos fuera.
¿Recuerdas lo que aprendimos en la última lección—que cada criatura tiene bebés como si mismo? Esto también era verdad para Adán y Eva.
Porque Adán y Eva habían desobedecido a Dios, ellos ahora tenían pecado en su corazón. Cuando tuvieron hijos, esos hijos eran iguales a ellos. Ellos también tenían pecado en sus corazones.
Adán era la cabeza de la familia humana y el pasó su naturaleza pecaminosa a sus hijos y a toda la familia humana. Yo nací con pecado en mi corazón. Cada persona nace con pecado en su corazón.
Adán y Eva habían desobedecido a Dios pero Dios aún los amaba. Él les hizo una hermosa promesa de que un día el enviaría a un Salvador al mundo.
¿Quién es este Salvador prometido?
Él es el Señor Jesucristo, el hijo de Dios. El vino a salvarnos de nuestros pecados. El murió en la cruz para que nosotros pudiéramos ser perdonados por nuestros pecados.
Antes de Jesús venir, Dios le dijo al pueblo que trajeran un cordero y lo ofrecieran por sus pecados. ¿Por qué? Porque la Biblia dice que sin el derramamiento de sangre no habrá perdón de pecados (Hebreos 9:22). Esto significa que algo tenía que morir por el pecado.
Cada persona tenía que ofrecer un cordero por su propio pecado. Ese cordero moría por el pecado de esa persona. Esta era una “Imagen” de como Jesús un día moriría en la cruz por nuestros pecados.
Cuando Juan el Bautista primero vio a Jesús, Él dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). La sangre del Cordero de Dios borra todos nuestros pecados. La Biblia dice: “…y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de TODO PECADO” (1 Juan 1:7b).
Los Puntos más importantes:
Dios tiene un gran enemigo. Su nombre es Satanás.
El pecado vino al mundo porque Adán y Eva desobedecieron a Dios.
Adán pasó su naturaleza pecaminosa a sus hijos y a toda la familia humana.
Dios prometió enviar a un Salvador al mundo para salvarnos de nuestros pecados. Este Salvador es el Señor Jesucristo.
Resumen del capítulo anterior:
Esteban encontró un cachorro abandonado. María aprendió acerca de un libro especial en el Cielo, pero se entristeció cuando se enteró que los mentirosos no están incluidos en el “Libro de la Vida del Cordero”.
Capítulo 3:
María obtiene lo que quiere
Esteban se veía pensativo mientras le agradecía a Don José y se despedía. María seguía lentamente a su hermano hacia la casa. Sentía un peso en el corazón y las lágrimas quemaban sus ojos. Su abuela le pudiese decir qué hacer. Ella pensó, “Si no canto el viernes, quizás mama me lleve a ver a abuela el sábado”.
Cuando llegaron a casa, María abrió la puerta de la cocina y llamó, “¿Estás en casa, mama?”
“Aquí estoy”, le contestó su madre desde la sala.
María se detuvo en la puerta y respiró profundamente. “Mami”, preguntó, “¿me pudieses por favor llevar a ver a abuela el sábado?”
Su madre suspiró mientras ponía su taza de café vacía en la mesa. Miró el rostro manchado de lágrimas y cabello enredado de María.
“¡Que horror!”, dijo con frustración en su voz. “Me imagino que has estado peleando con Esteban de nuevo. No, no te llevaré a ver a tu abuela. No creo que quiera que la molesten con ustedes. Ahora vete a limpiar”.
María dio la vuelta y corrió por las escaleras hasta su habitación. Tirándose sobre su cama, apretó su rostro fuertemente contra la almohada. “Abuela si me quiere ver”, sollozaba. “Yo sé que sí. Y la iré a ver de alguna manera. Lo haré…”
De repente María contuvo sus sollozos y se sentó. Una idea había llegado a su mente. Saltando de la cama, abrió una gaveta del vestidor y sacó un abrigo rojo oscuro. Era casi nuevo. “Yo sé lo que haré”, se dijo. “Le daré este abrigo a Susana Báez si me deja ir a cantar en su lugar. Y estoy seguro que lo hará”. Con mucho cuidado dobló el abrigo y lo puso en una funda.
El próximo día en el receso, María llamo a Susana aparte. Le explicó lo que quería y le mostró el abrigo. “Puedes quedarte con el Susana, si me dejas ir en tu lugar”, dijo María. “Sólo dile a la Srta. Pérez que tus padres no quieren que vayas”.
Susana tomó el abrigo y se lo colocó por encima. “Oh María, es tan lindo. Siempre he querido un abrigo rojo. Pero, ¿qué pasa si la maestra llama a mi Mamá y le pregunta por qué no puedo ir?”
María pensó un minuto. Luego dijo, “No le digas a la Srta. Pérez hasta el viernes en la mañana. Ella estará muy ocupada para llamar en ese momento. Pero asegúrate de decirle que yo estoy lista para ir en tu lugar”.
“Okey”, acordó Susana. “Y gracias por ese abrigo tan hermoso, María”.
Los próximos dos días pasaron lentamente. María se sentía mal por la mentira que había dicho. Tenía temor de que la Srta. Pérez se enterara y entonces iba a estar en graves problemas.
Esteban seguía preguntándole a María que le dijera más acerca del “Libro de la Vida del Cordero”. Ella le dijo todo lo que recordaba. Pero cuando él quería saber por qué ella no iba a poder inscribir su nombre en el Libro de Jesús, ella no le decía. Ella no podía decirle acerca de su terrible mentira.
Antes de que el timbre sonara el viernes en la mañana, la Srta. Pérez entró rápidamente al aula. “Oh, ahí estás María”, dijo. “Susana me dijo que sus padres no quieren que ella cante en el hogar de ancianos hoy. Ella me dice que tu irás en su lugar. ¿Eso es así?”
“Sí”, asintió María. “Me gustaría ir”.
“Bueno, si no hay problema con tu madre supongo que puedes ir”, dijo la Srta. Pérez, anotando el nombre de María en la lista que tenía.
“Gracias Srta. Pérez”, dijo María con voz suave. Luego agregó: “Sé que mis padres no tendrán ningún problema”.
Esa tarde el corazón de María latía fuertemente mientras cantaba frente al público de ancianos. Su abuela estaba sentada justo en la primera fi la. Se veía tan complacida cuando vio a María que María apenas podía concentrarse en las letras que estaba cantando.
Cuando terminó el programa la Srta. Pérez dirigió a los estudiantes a un tour del edificio. María esperó hasta tener su oportunidad. De pronto se separó del grupo sin que se diesen cuenta y corrió de regreso a su abuela.
“Oh, Abuela”, exclamó, abrazándola. “¿Cuándo vas a regresar a la casa?”
Su abuela la abrazó fuerte. “Querida María”, dijo con voz suave. “He querido verte tanto. ¿Cómo están tú y Esteban?”
María se echó el pelo hacia atrás y sonrió a los ojos de su abuela. “Esteban está bien. Tiene un nueve cachorro. Su nombre es Capitán y…”
“¿Y tu María?”, la voz de la Abuela era dulce. “¿Cómo te está yendo sin mí?”
María estuvo en silencio por un minuto. Luego se arrodilló cerca de su abuela y susurró, “Abuela, tengo que preguntarte algo. ¿Por qué las personas hacen cosas malas?”
“¿Recuerdas la historia bíblica que te conté María? Era acerca del bello jardín que Dios hizo para Adán y Eva. Él les dijo que podían comer el fruto de todo árbol en el jardín excepto de uno. Luego vino Satanás y los tentó. Comieron del fruto que Dios les había dicho que no comieran. Adán y Eva querían hacer las cosas a su manera. Ellos pecaron y pasaron su naturaleza pecaminosa a nosotros. Ahora todos nacemos con pecado en nuestro corazón. Por eso es que hacemos cosas malas, María”.
“¡Pero, Abuela! ¿Cómo puedo dejar de hacer cosas malas? Yo quiero que mi nombre esté en el libro de Jesús. Es un libro hermoso y yo…”
“¡María!”, exclamó la Srta. Pérez, corriendo hacia ellas. “He estado buscándote por todas partes. Les dije que se mantuvieran juntos. Fuiste una niña muy mala por desobedecerme y ciertamente tendré que castigarte”.
Pobre María está en problemas otra vez. ¿Cómo podrá poner su nombre en el hermoso libro de Jesús?
No te pierdas el siguiente capítulo de la historia en tu próxima lección.