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Lección 6: ¡Lluvia, Lluvia vete va!
Era la hora de escuela dominical. Los niños escucharon cuando su profesora, la señorita Molina, les contó una historia de la Biblia.
La historia era sobre un hombre enfermo que quiso ver a Jesús. El hombre no podía caminar, entonces sus amigos le tomaron en su cama y le llevaron a Jesús.
“Cuando Jesús vio su fe”, dijo la señorita Molina, “Él dijo al hombre enfermo: ‘Ten ánimo hijo, tus pecados te son perdonados’”.
Laura preguntó: “¿Sanó Jesús al hombre enfermo?”
“Sí”, respondió la señorita Molina. “Jesús dijo al hombre que se levantara, tomara su cama y fuera a casa. Y el hombre lo hizo. Jesús lo había sanado. Pero Jesús había hecho algo más por ese hombre. Era aún más importante que la sanidad de su cuerpo. ¿Pueden decirme qué fue?”
“Yo creo que sé”, dijo Daniel levantando su mano. “Jesús perdonó los pecados de ese hombre”.
La profesora asintió con la cabeza. “Correcto. Y por eso Jesús le dijo que tuviera ánimo. Quiso que el hombre se alegrara porque sus pecados fueron perdonados. Y cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, Él perdona nuestros pecados y llena nuestros corazones de gozo. Él quiere que nosotros tengamos gozo y seamos agradecidos pase lo que pase. La Biblia dice, ‘Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús...’” 1 Tesalonicenses 5:18.
Daniel preguntó: “¿Incluso cuándo nos enfermamos?”
La señorita Molina sonrió. “Sí. Podemos estar demasiado enfermos para tener ganas de jugar o reír, pero todavía podemos tener gozo en nuestro corazón porque Jesús es nuestro Salvador”.
“Y cuando las cosas salen mal o cuando vienen los problemas, no tenemos que estar enojados e infelices. Jesús ha prometido estar con nosotros en los problemas. Él nos ayudará y nos cuidará. Por eso Dios nos dice en la Biblia que Él quiere que Sus hijos confíen en Él y sean felices”.
“Yo canto cuando estoy feliz”, dijo Laura.
“Bueno”, dijo la señorita Molina. “Nuestro versículo de memoria de hoy nos dice que debemos alegrarnos y cantar delante del Señor. Este dice: ‘Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo’”. Los niños aprendieron el versículo. Entonces llegó el tiempo de regresar a casa.
“No olviden nuestro picnic el sábado”, la profesora les recordó.
“No lo olvidaremos”, prometieron los niños.
Daniel y Laura estuvieron emocionados por el picnic. Apenas podrían esperar para que pasara la semana.
Pero el sábado por la mañana cuando Laura despertó y miró por la ventana comenzó a gritar.
“Daniel”, ella sollozó, y entró corriendo en su cuarto. “¡Está lloviendo! Ahora no podemos ir a nuestro picnic”.
Daniel corrió a la ventana. Miró al cielo gris oscuro, y vio la lluvia que caía. “Vete lluvia”, dijo él. “Por favor vete”.
Daniel comenzó a sentirse enojado. Entonces él recordó algo. “Laura, ¿recuerdas nuestra lección del domingo? Jesús quiere que nosotros confiemos en Él y nos alegremos pase lo que pase”.
“¿Cómo podemos alegrarnos cuando nuestro picnic se ha arruinado?”, preguntó Laura.
“No sé”, dijo Daniel dudosamente. “Vamos a preguntar a mama”.
Cuando la mamá oyó su pregunta dijo, “Ustedes todavía pueden alegrarse porque Jesús es su Salvador y Él les ama muchísimo. Es algo que nunca cambiará. La Biblia dice, ‘...Y el que confía en Jehová es bienaventurado’. Proverbios 16:20.
“Ustedes pueden alegrarse de la lluvia en los jardines y los campos donde es necesaria. Y pueden alegrarse de una casa caliente y agradable para jugar hasta que la lluvia se detenga”.
“Tal vez Jesús detendrá la lluvia si se lo pedimos”, dijo Daniel.
“Tal vez”, respondió mamá. “Pero si Él no lo hace, sólo recuerden que Él sabe lo que es mejor para nosotros”.
La lluvia no se detuvo. Toda la mañana los niños jugaron en la casa. Después del almuerzo el teléfono sonó. Pronto mamá llamó a los niños.
“Su tío Juan llamó”, dijo ella. “A causa de la lluvia, él no puede trabajar en el campo hoy. Él quiere saber si a ustedes y su clase les gustaría tener su picnic en su granero de heno. Él estará allí para que nadie se haga daño”.
“¡Qué bien!”, gritó Laura, dando saltitos de un lado para otro.
“¡Llamemos a la profesora, rápido!”, dijo Daniel, con sus ojos brillando de alegría. Después de un rato, dos autos cargados de niños cantando estaban en camino a la granja.
Pronto ellos brincaban y caían sobre el heno en el granero. Jugaron mucho tiempo. Cuando por fin comenzaron a sentirse cansados, la profesora abrió la cesta del picnic.
“Este es el mejor picnic que hayamos tenido”, dijo Laura a la profesora. “Lo siento por haberme puesto a llorar esta mañana cuando vi la lluvia”.
“Fue por la lluvia que el tío Juan se quedó en casa y nos dejó jugar en su granero”, dijo Daniel. “Yo creo que Dios sabía que esto pasaría cuando envió la lluvia, ¿verdad?”
“Sí, estoy segura que Dios sabía todo esto”, dijo la señorita Márquez. “Por eso es mejor confi ar en Él y seguir siendo felices, aunque no siempre podamos entender. Recuerden, la Biblia dice: ‘...El que confía en Jehová es bienaventurado’”. Proverbios 16:20.
“EL QUE CONFÍA EN JEHOVÁ ES BIENAVENTURADO”, los niños repitieron las palabras juntos. Ellos las cantaron muchas veces en el camino a casa. Ellos querían recordarlo siempre.
Versículo para memorizar:
Una nueva bicicleta, un perro negro grande, y una rodilla raspada… ¡Todos en la siguiente lección!
Dedo 5 – Tengo la vida eterna
En nuestra última lección, aprendimos que uno de los ladrones que fue crucificado con Jesús pidió al Señor Jesús ser su Salvador. Él fue salvo. Cuando recibes a Jesús como tu Salvador, eres salvo también.
Si has recibido al Señor Jesús como tu Salvador, señala tu meñique y di: “Yo tengo vida eterna”.
Tú podrías preguntar, “¿Cómo puedo SABER que tengo la vida eterna?”
Puedes saber que tienes la vida eterna porque DIOS LO DICE. La Biblia dice: “El que tiene al Hijo, tiene la vida” 1 Juan 5:12.
Si Jesús está en tu corazón, entonces tú tienes la vida eterna. Dios dice eso en Su Palabra. La Biblia dice: “Él que tiene al Hijo, tiene la vida”—¡VIDA ETERNA!
Ahora señala tu meñique y di: “YO TENGO LA VIDA ETERNA”. La Biblia dice: “Él que tiene al Hijo, tiene la vida”. Mira tu mano otra vez y deja que te cuente la historia de la gran salvación de Dios. Señala cada dedo y repite la historia. Asegúrate de decir los versículos de la Biblia también.
Aprende en tu próxima lección cómo puedes contar esta maravillosa historia a otros.