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Lección 3: La Manzana más grande
Daniel y Laura estaban listos para ir a dormir, mamá les estaba leyendo una historia de la Biblia. Esa historia narraba cómo el rey David dio muchos regalos para construir el templo para Dios. El pueblo también había dado muchos regalos, ellos estuvieron muy felices.
“¿Por qué ellos estaban tan felices?”, preguntó Laura mientras mamá cerraba la Biblia.
Mamá respondió: “Ellos estaban felices porque habían dado para Dios voluntariamente de todo corazón. Esa es la forma que Dios quiere que le demos a Él; y también quiere que compartamos nuestras cosas con otros de la misma forma, alegremente. La Biblia dice que Dios ama al dador alegre”.
“Francisco no da de forma alegre”, dijo Daniel. “Cuando él viene a visitarnos, yo le doy muchas de mis cosas para que juguemos, pero cuando yo voy a su casa y quiero jugar con sus cosas, él se enoja conmigo”.
Laura le recordó: “Bueno, algunas veces cuando papá te da una barra de chocolate, tú no la quieres compartir conmigo”.
Daniel sonrió y dijo: “Yo comparto, aunque, creo que es porque tengo que hacerlo. Es difícil ser un dador alegre todo el tiempo, ¿verdad, mamá?”
“Sí”, respondió mamá. “Pero es el camino más alegre”. Mamá continuó diciendo: “El Señor Jesús dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’. (Hechos 20:35) Él quiso decir que somos más felices al dar a otros que cuando recibimos algo de alguien para nosotros. Pero solo cuando damos voluntariamente de todo corazón”.
“¿Y qué de la gente pobre que no tiene nada para dar?”, preguntó Daniel.
“Dios sabe sobre eso también”, respondió mamá. “Hace mucho tiempo que Él le dijo a su pueblo que todos deberían dar de acuerdo a su capacidad, de acuerdo a lo que Dios les haya suplido. La mayoría de las personas encontrarán algo que ellos pueden compartir con otros si ellos realmente lo desean. No tiene que ser dinero necesariamente. Y eso me recuerda, niños, que vamos a tener visitantes mañana”.
Ella continuó diciendo: “Es el Sr. Bonilla, un amigo de fuera de la ciudad y su hija Mariela, ellos pasarán la noche aquí. Ustedes dos tienen la oportunidad de compartir algunas de las cosas buenas que Dios les ha dado”.
“¿Qué cosas?”, pregunto Daniel.
“Tú puedes compartir tu cuarto con el Sr. Bonilla, Daniel. Él puede dormir en tu cama y tú puedes dormir en el sofá de la sala. Cuando necesites algo de tu cuarto debes recordar tocar a la puerta primero para anunciarte”.
Los ojos de Laura brillaron con una sonrisa, preguntando: “¿Compartiré yo mi cuarto con Mariela, mamá?”
Mamá sonrió y respondió: “¡Sí, Laura, y recuerda, Mariela es nuestra huésped, debes ser amable con ella!”
“Lo seré”, prometió Laura.
El día siguiente, cuando los niños regresaron de la escuela, los visitantes habían llegado. Daniel y Laura los saludaron, luego Laura llevó a Mariela a su cuarto a jugar. Daniel corrió a la calle a jugar con su amigo Pedro.
Después de un rato Daniel trajo a Pedro a su casa. “Ven, Pedro”, dijo Daniel, “te mostraré las piedras nuevas de mi colección”.
“No, Daniel”, le dijo mamá. “El Sr. Bonilla está descansando en tu habitación, no le interrumpas”.
Daniel frunció el ceño diciendo: “Pero, mamá, yo quiero…” De repente recordó un versículo de la Biblia que dice: “Dios ama al dador alegre”. Daniel dejó de fruncir el ceño y sonrió a Pedro diciéndole: “Vamos otra vez afuera a jugar, te mostraré las piedras mañana”.
Laura y Mariela estaban jugando con las muñecas de trapo de Laura. Mariela quería todas las mejores muñecas para ella, se quejó hasta que Laura le dio los vestidos más bonitos para vestir a las muñecas.
Cuando Laura sacó sus libros para colorear, Mariela agarró el más nuevo. Laura estiró su brazo para agarrar una crayola azul grande.
“Yo quiero una azul también”, dijo Mariela.
“Toma esa”, dijo Laura, señalando una más pequeña.
“No”, respondió Mariela haciendo puchero. “Yo quiero la más grande”.
Laura tiró las crayolas al piso y gritó: “Tú eres egoísta, siempre estás queriendo las mejores cosas”.
Mamá le habló a Laura desde el pasillo: “Laura, ¿estás siendo amable con Mariela?”
Laura agachó la cabeza. Ella recordó que Dios quiere que compartamos nuestras cosas alegremente. Entonces levantando la crayola azul grande dijo: “Mira Mariela, tú puedes tener la crayola grande, yo usaré la más pequeña”.
Después de la cena los niños jugaron con un juego de mesa. Luego que terminaron mamáles trajo unas manzanas.
Laura miró el tazón lleno de manzanas, había una grande y roja encima de todas. Laura entonces estiró su mano para agarrarla, pero de pronto se detuvo y tomó una más pequeña. Daniel también agarró una pequeña.
“Qué bien”, dijo Mariela con una risita burlona. “Ustedes no vieron la grande, ahora yo la agarro”.
Daniel respondió: “Seguro que la vimos, pero es egoísmo tomar lo mejor para ti mismo. Y mamá nos enseñó un versículo de la Biblia que dice que nos hace estar más felices cuando damos a otros que cuando recibimos cosas solo para nosotros”.
“Oh”, dijo Mariela, quedándose en silencio por un momento.
Su rostro se veía triste y les dijo: “No quiero continuar siendo egoísta”.
De repente ella sonriendo corrió hacia la entra-da de la casa y buscando su abrigo sacó una bolsa de papel y mostrándola a Daniel y Laura les dijo: “¡Miren! Yo estaba guardando estos dulces de chocolate para comérmelos yo sola. Pero ahora quiero compartirlos con ustedes”.
Daniel y Laura sonrieron mientras que cada uno tomaba un dulce de chocolate. “Te enseñaremos nuestro versículo”, le dijeron a Mariela. “Te ayudará a recordar”.
Versículo para memorizar:
¿Puede una mentira pequeña hacerse GRANDE? Averígualo en la próxima lección.
Dedo 2 – Dios me ama
En la lección anterior aprendimos lo que nuestro pulgar nos dice, que hemos pecado y nos hemos alejado de Dios. Hemos hecho cosas malas, hemos dicho cosas malas, todos hemos pecado.
Ahora cierra tus dedos menos el índice. Deja que éste apunte hacia arriba. Este dedo apunta hacia Dios y nos recuerda que Dios nos ama. Él me ama, Él te ama. Él ama a todas las personas del mundo. Apuntemos hacia el dedo 2 y digamos: “Dios me ama”. Dilo otra vez en voz alta: “Dios me ama”.
Dios me ama tanto que Él dio a Su Hijo para que muriera en la cruz por mis pecados. La Biblia dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Juan 3:16
¿De quién es esta palabra? Es la Palabra de Dios así que sabemos que es verdad. Ahora pon tu nombre en este versículo: Porque de tal manera amó Dios a TU NOMBRE que ha dado a su Hijo unigénito, para que TU NOMBRE creyendo en Él no se pierda, más tenga vida eterna. Léelo otra vez con tu nombre donde están las líneas.
Apunta al dedo 2 y di: “¡DIOS ME AMA!”
En nuestra próxima lección encontrarás qué nos dice el dedo 3.