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"La Vida Cristiana Práctica"
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Amaos Los Unos a Los Otros
Antes de Su arresto, juicio y crucifixión, el Señor Jesús pasó una última noche con Sus discípulos. Usó ese tiempo para consolarles e instruirles. Dio también a Sus discípulos este mandamiento: “Amaos los unos a los otros”. El Señor Jesús dijo:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros" (Juan 13:34).
Este mandamiento se encuentra en muchas partes de la Biblia, como por ejemplo:
Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado (Juan 15:12).
Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gálatas 5:14).
Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros (1 Juan 3:11).
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano (1 Juan 4:21).
Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:8).
Este mandamiento de amarnos unos a otros tiene una importancia especial dada por el Señor Jesús mismo. Jesús dijo que obedecerle sería la característica que identificaría a Sus discípulos. Él dijo:
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros (Juan 13:35).
El Significado de este Mandamiento del Señor
El mandamiento del Señor Jesús de amarnos unos a otros significa dos cosas:
Amarse unos a otros no es una opción.
A los cristianos se nos manda amarnos unos a otros. No es una cuestión de si queremos o no amar a los otros creyentes. Es el mandamiento de nuestro Señor. No amar a otro creyente es desobedecerle. El Señor Jesús dijo:
Esto os mando: Que os améis unos a otros (Juan 15:17).
Amarse unos a otros es amar a todo creyente.
Amarse unos a otros no significa solamente amar a aquellos creyentes por quienes sentimos una simpatía espontánea. Significa amar a todo creyente.
El apóstol Juan dijo que amarse unos a otros es la prueba de que hemos nacido de nuevo. Juan escribió:
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte (1 Juan 3:14).
Las Diferentes Clases de Amor
Puesto que el amor es de tanta importancia para la vida de un creyente, necesitamos comprender lo que Jesús quiso decir cuando nos mandó amarnos unos a otros.
El idioma griego tiene varias palabras para expresar el concepto del amor:
1. EROS—La palabra “eros” se usa para describir el amor al placer, el amor a lo que me agrada a mí.
2. PHILIA—La palabra “philia” se usa para describir el amor que atrae. Es el amor cálido y el cariño que encontramos en una amistad íntima.
3. ÁGAPE—La palabra “ágape” se usa para describir el amor de Dios. El amor ágape es ese amor que tiene el Padre por Su Hijo amado. Jesús dijo a Su Padre: Me has amado (ágape) desde antes de la fundación del mundo (Juan 17:24). El amor ágape es también el amor que Dios tiene por la raza humana. La Biblia dice:
Porque de tal manera amó (ágape) Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16).
Sorprendentemente, este amor ágape es el mismo amor que Jesús mandó que nos tuviéramos unos a otros. Jesús dijo:
Este es mi mandamiento: Que os améis (ágape) unos a otros, como yo os he amado (Juan 15:12).
¿Qué es el Amor Ágape?
No es fácil definir el amor ágape. Es algo interior que se manifiesta por sus acciones. El amor ágape se ve más claramente cuando contemplamos el hecho de que Dios dio a Su Hijo para morir por nosotros siendo aún pecadores. La Biblia dice:
Mas Dios muestra su amor (ágape) para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8).
En esto consiste el amor (ágape): no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación (sacrificio) por nuestros pecados (1 Juan 4:10).
Estos versículos nos ayudan a entender lo que es realmente el amor ágape. El amor ágape es ese amor que se da y se sacrifica por el bien de otra persona. La característica principal del amor ágape es que carece totalmente de egoísmo. No busca su propio interés, sino que siempre busca lo mejor para la otra persona.
El capítulo 13 de 1 Corintios se llama el “capítulo del amor” porque nos dice cómo actúa el amor. He aquí la forma en que el amor ágape se expresa:
NOTA: La palabra griega usada en 1 Corintios 13 es “ágape”. Se traduce mejor como “amor” que como “caridad”, palabra usada en las versiones más antiguas.
El Amor Viene de Dios
En nosotros mismos no existe la clase de amor que Dios pide. Pero Dios nunca nos manda hacer algo sin darnos el poder para hacerlo.
¿Cómo nos ayuda Dios a amarnos unos a otros con amor ágape? Él nos da el Espíritu Santo para que more en nosotros. El mismo Espíritu que mora en el Padre y en el Señor Jesucristo, mora ahora en nosotros. Ese amor ágape que está en el corazón de Dios, fluye hacia nosotros y, de nosotros, hacia los demás por el poder del Espíritu Santo. La Biblia dice:
…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5).
El amor ágape no proviene de nuestros propios esfuerzos, ni de nada en nosotros. Es el “fruto del Espíritu”. La Biblia dice:
El fruto del Espíritu es amor (ágape)… (Gálatas 5:22).
El amor de Dios fluye desde nosotros hacia los demás cuando nos rendimos a Él para ser canales de Su amor. Podemos decirle a una persona: “Te quiero porque Dios ha puesto en mi corazón Su maravilloso amor”. Este amor ágape es tan poderoso que puede hacernos amar aún hasta a nuestros enemigos.
Fue el amor ágape el que hizo posible al primer mártir, Esteban, orar por aquellos mismos hombres que lo apedreaban hasta matarlo.
Cómo Querer a una Persona Difícil de Amar
Aunque somos uno en espíritu con todos los creyentes, somos completamente diferentes de los demás en nuestra alma y personalidad. Porque nuestra personalidad es tan diferente, hay personas a las que nos sentimos atraídos espontáneamente y otras a las que no. Esto no es pecado. Dios nos hizo diferentes unos a otros, y por lo tanto, tenemos diferentes gustos y antipatías. Jesús no dijo que tenemos que sentir agrado por cada creyente sino dijo que debemos amarlos a todos. No amar a otro cristiano es PECADO. La Biblia dice:
El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él (1 Juan 3:14–15).
En este mismo momento, puede ser que Dios te esté hablando acerca de alguien a quien tú no amas: tal vez un pariente, un miembro de la iglesia local o alguien más. Puede ser que te estés diciendo: “Sé que debo amar a esa persona, pero ¿cómo lo hago?” He aquí los pasos:
PASO 1 Debo confesar mi falta de amor como pecado.
Esa falta de amor en mi corazón, que llamamos desamor, es pecado. Cuando tengo una mala actitud en mi corazón, debo reconocerlo y confesarlo a Dios como pecado. La sangre de Jesús me limpia de todo pecado que confieso como tal, pero no debo hacer excusas por mi pecado sino confesarlo.
Luego debo voluntariamente tomar la decisión de ser librado del pecado del desamor. El amor no es sólo un asunto de la voluntad; sin embargo nunca seré liberado del pecado del desamor a menos que de mi propia voluntad yo escoja ser liberado. Debo decir: “Yo escojo ser liberado de este pecado del desamor”.
PASO 2 Debo contar con el hecho de que, en Cristo, he muerto al pecado del desamor.
Puedo ser liberado de cualquier pecado confiando en la verdad de que, en Cristo, morí a ese pecado. La Biblia dice:
¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Romanos 6:1–2).
Ningún cristiano debería continuar viviendo en pecado. ¿Por qué? Porque, en Cristo, ha muerto al pecado. Y, en Cristo, morimos al pecado del desamor. Hagamos de estos versículos una aplicación personal:
¿Qué, pues diré yo? ¿Perseveraré en este pecado del desamor para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque yo, que he muerto al pecado, ¿cómo viviré aún en él?
¿Debo ser un esclavo de este pecado del desamor por el resto de mi vida? ¡No! La Palabra de Dios dice que he muerto a este pecado. Debo dar este paso por fe, creyendo en la Palabra de Dios.
PASO 3 Debo escoger amar a aquella persona.
No puedo controlar mis sentimientos, pero puedo controlar mi voluntad. Yo no puedo hacerme sentir un sentimiento de amor hacia alguien, pero puedo optar por amar a esa persona. Si hago esa elección y sigo firme, veré que mis sentimientos con el tiempo seguirán la elección de mi voluntad. Lo que es importante recordar es ésto: soy controlado por las decisiones de mi voluntad y no por mis sentimientos.
Puede ser que tú te digas: “¿pero, qué si esa persona no responde a mi amor?” Tú puedes amarla de todos modos. Jesús dijo:
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mateo 5:43–44).
PASO 4 Debo confiar en Dios, Quien hará lo que yo no puedo hacer.
Pablo dijo en Romanos 7 que él podía “querer” o escoger el bien, pero que no podía hacerlo en sus propias fuerzas. Él aprendió que tenía que depender del Espíritu Santo obrando en él, para lograr hacer el bien.
Así es con nosotros también. Yo puedo escoger amar a alguien a quien no amo, pero veré que, por mí mismo, no puedo hacerlo. Debo depender del Espíritu Santo dentro de mí, para que me ayude a amarlo. Él lo hará, pero yo debo tomar la decisión. Debo decirle a Dios: “Señor, yo elijo amar a aquella persona. Por mí mismo no puedo hacerlo, pero estoy confiando en tí, que me ayudarás”.
Dios siempre está listo para ayudarnos a llevar a cabo una decisión que esté de acuerdo con Su Palabra. Pero nosotros debemos escoger hacer esa decisión. La Biblia dice:
Determinarás asimismo una cosa, y te será firme… (Job 22:28).
PASO 5 Debo orar por aquella persona hasta que Dios obre en mi corazón para amarla.
A veces, aún después de haberle pedido a Dios que intervenga, nada parece suceder. ¿Qué hago en ese caso? Empiezo a orar por aquella persona. Pido que Dios la bendiga y la ayude. Muchas veces mientras oro fervorosa y sinceramente por la bendición de Dios sobre la otra persona, Dios obra en mi corazón para cambiarme a mí.
PASO 6 Debo buscar sinceramente cambiar mi actitud hacia esa persona.
Criticar a otro creyente, o no amarle porque no es semejante a mí, es desconocer el maravilloso plan de Dios. ¡Dios quiere que seamos diferentes los unos de los otros! Nos hizo a todos diferentes para que cada uno pudiera, de una manera especial, mostrar la gloria de Cristo. Al percibir yo el grandioso plan de Dios, apreciaré y estimaré a cada creyente porque él es precioso para Dios y capaz, de una manera única y especial, de manifestar esa gloria.
PASO 7 Tal vez tendré que visitar a aquella persona.
A veces Dios obra un milagro cuando visitamos a una persona a quien desamamos, y hablamos con ella. A menudo, para nuestra sorpresa, vemos el amor por aquella persona naciendo en nuestro corazón. Jesús le dijo al hombre de la mano seca que extendiera su mano. Al obedecer al Señor, el hombre sintió el poder de Dios entrando en su vida y habilitándole para hacer lo que antes no podía hacer (Marcos 3:1–6).
PASO 8 Debo trazarme un plan de conducta positiva.
Si tú no quieres a alguien, de todos modos haz por él lo que harías si lo quisieras. Podrías preguntar: “¿No estaría actuando yo como un hipócrita en tal caso?” No, no estarías actuando así. Tú tienes dentro de ti la vida de Cristo y también tu pecaminosa vida propia. Debes escoger cuál expresarás. No es hipocresía, si escoges expresar la vida de Cristo y Su amor hacia una persona aunque tú no lo sientas.
No tienes que tener el sentimiento de amor para actuar con amor. El escritor cristiano, C.S. Lewis, dijo:
La regla para todos nosotros es muy sencilla. No pierdas tiempo pensando si amas a tu prójimo; actúa como si lo amaras. Tan pronto como hacemos esto, aprendemos uno de los grandes secretos. Cuando te conduces como si amaras a alguien, pronto llegarás a amarlo de verdad.
(C.S. Lewis, “Mere Christianity”.)
El Amor Ayuda a la Gente a Ver lo que no se Ve
¿Cómo puede la gente “ver” al Dios que no se ve? Sólo hay una forma; deben verlo a Él en Sus hijos. El apóstol Juan dijo:
Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros (1 Juan 4:12).
¿Qué está diciendo Juan? Está diciendo ésto: nadie puede ver a Dios con sus ojos. Si nos amamos unos a otros, el mundo podrá “ver” al Dios invisible cuando ve Su amor manifestado en nosotros. Este amor Ágape tiene un poder más allá de toda medida.
Desde Rusia nos llega la historia de una chica llamada “María” que fue encarcelada por causa de su fe en Cristo. Es una historia que revela el poder del amor Ágape. Desde la celda de su prisión, “María” escribió:
Aún estoy en el mismo lugar de exilio. Aquí es una sociedad sin Dios; una de sus miembros, una carcelera, me hizo sufrir mucho, pero yo oré fervientemente por ella. Al fin, empezó a simpatizar conmigo y un día dijo: “no” puedo entender qué clase de persona eres tú; aquí hay tantos que te insultan y abusan de tí, pero tú los amas a todos.
En otra ocasión, me preguntó si yo podría quererla. Haciendo un esfuerzo le extendí mis brazos. Nos abrazamos y empezamos a llorar. Ahora solemos orar juntas. Su nombre es Bárbara.
(Citado por William R. Newell en “Romans, Verse by Verse”.)
Bárbara aceptó a Cristo como su Salvador personal y testificó valientemente de su fe en Cristo a todo el mundo. Por su atrevido testimonio fue golpeada y encarcelada. María escribió:
“Ayer, por primera vez, vi a nuestra querida Bárbara en prisión. Se veía muy delgada, pálida y con las marcas de los golpes. La única cosa radiante en ella eran sus ojos, llenos de paz celestial y de gozo… A través de los barrotes le pregunté: “Bárbara, ¿no estás arrepentida de haber testificado por Cristo”?
“No”, —respondió firmemente —si me libertaran, iría de nuevo a hablar a mis camaradas del maravilloso amor de Cristo. Estoy muy contenta que el Señor me ama tanto y me considera digna de sufrir por Él.