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"La Vida Cristiana Práctica"
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La Autoridad de Dios
Cuando Dios creó el universo, estableció un principio para gobernarlo: el principio de autoridad. Dios mismo era la autoridad máxima. Bajo Dios estaban los arcángeles y bajo los arcángeles habían muchos otros ángeles. Cuando fue creado el hombre, él también quedó bajo la autoridad de Dios.
Autoridad implica el derecho de gobernar y el derecho de ser obedecido. Toda la autoridad pertenece a Dios porque Él es el Creador de todas las cosas. Las huestes del cielo lo adoran diciendo:
Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas (Apocalipsis 4:11).
La Rebelión de los Ángeles
Entre los ángeles que Dios creó estaba el arcángel Lucifer. Él era el jefe de todos los ángeles. Era el más hermoso, el más poderoso y el ángel más sabio que Dios jamás creó.
Pero llegó un momento en que este ángel poderoso se rebeló contra su Creador. No estaba contento con ser el principal de todos los ángeles. Él quiso ocupar el lugar de Dios y dijo en su corazón:
YO subiré al cielo,
YO levantaré mi trono en lo alto junto a las estrellas de Dios.
YO me sentaré en el monte del testimonio . . .
YO subiré sobre las alturas de las nubes;
YO SERÉ SEMEJANTE AL ALTÍSIMO (Isaías 14:13–14 Traducción Libre).
La rebelión de Lucifer fue contra la autoridad de Dios. Él procuraba ocupar el lugar de Dios. Como resultado de su rebelión, pasó a ser Satanás, el enemigo de Dios y el enemigo del hombre. Un tercio de los ángeles del cielo siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Estos ángeles caídos se llaman “demonios” o “espíritus malos”.
Satanás, junto con los ángeles caídos, formó un reino opuesto a Dios y a Su reino. Desde entonces han habido dos reinos en el universo: el reino de Dios y el reino de Satanás.
Antes de la rebelión de Satanás, toda criatura vivía bajo el principio de obediencia a la autoridad de Dios. Pero Satanás introdujo otro principio: el principio de rebeldía. Rebeldía es una actitud del corazón hacia Dios que dice: “Haré lo que YO quiero hacer. No te obedeceré”.
La Rebelión del Hombre
Dios creó al primer hombre, Adán, y lo puso en el huerto del Edén. Luego Dios creó una esposa para Adán y éste la llamó Eva. Dios dispuso que Eva estuviese sujeta a Adán y Adán estuviese sujeto a Dios mismo.
Satanás deseaba introducir su espíritu de rebeldía en el hombre, pero no se acercó a Adán primero. En cambio se dirigió a Eva y la indujo a desobedecer a Dios comiendo el fruto prohibido. Cuando Adán supo lo que Eva había hecho, tomó también el fruto prohibido y comió.
La Biblia dice que Eva fue engañada. Pero Adán no lo fue. Él eligió desobedecer a Dios. Adán siguió a Satanás en su rebeldía contra Dios. Dijo en su corazón: “Haré lo que YO quiero hacer”.
Por la rebelión de Adán, el pecado entró al mundo. Adán transmitió su naturaleza rebelde a sus hijos y al mundo entero. De allí en adelante, la rebeldía fue un principio en el corazón del hombre. La Biblia dice: …cada cual se apartó por su camino… (Isaías 53:6). Por esto la Biblia se refiere a los inconversos como “hijos de desobediencia”.
Después del diluvio, Dios estableció leyes e instituyó el gobierno humano. Dio a los hombres la autoridad para ejecutar Sus leyes. Dios hizo esto para la protección de la humanidad. La gente era tan pecadora y rebelde que si no hubiera tenido alguna forma de gobierno, habría sido imposible controlar el mal.
Fue Dios quien instituyó la pena de muerte. Quería que los hombres comprendieran lo grave que es quitar la vida a otra persona. Dios dijo a Noé:
El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada… (Génesis 9:6).
El Fracaso de Israel
Más tarde, Dios escogió a Abraham para ser el padre de una raza que se llamaría “el pueblo de Dios”. Dios quería un pueblo que le fuera obediente a Él en medio de la rebeldía de la raza humana.
Abraham es conocido por su gran fe, pero era también un hombre que obedecía a la autoridad de Dios. Dios dijo de Abraham:
Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová… (Génesis 18:19).
Los descendientes de Abraham formaron la nación de Israel, el pueblo escogido de Dios. El propósito de Dios era que su pueblo fuese obediente a Él y estableciera Su autoridad en la tierra. Dios quería que a través de la nación de Israel, todos los pueblos de la tierra llegaran a conocerle a Él.
Pero el pueblo de Israel era desobediente y rebelde. Dios tuvo que castigarlo muchas veces. Al fin, Dios permitió que su nación fuese destruida debido a su desobediencia continua. Aquellos que no murieron fueron llevados como esclavos y dispersados por todo el mundo.
La Obediencia del Hijo
Dios creó a los ángeles, y muchos de ellos se rebelaron contra Él. Creó al hombre y el hombre se rebeló contra Él. Escogió la nación de Israel para que fuese Su pueblo, pero el pueblo de Israel se rebeló contra Él.
Entonces, en el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo al mundo. Sabemos que el Señor Jesús vino a morir por nuestros pecados, pero también vino para reestablecer el principio de obediencia. Jesús dijo:
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió (San Juan 6:38).
Jesucristo es Dios. Antes de venir al mundo compartía la misma gloria y autoridad del Padre. Pero, cuando vino al mundo, abandonó Su posición de gloria. Se humilló a Sí mismo, haciéndose hombre. La Biblia dice:
El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:6–7).
¿Qué clase de hombre era Jesús? Era un hombre totalmente obediente a Dios. Ni una sola vez desobedeció a Dios. Ni una sola vez resistió la autoridad de Dios mientras que estuvo aquí en la tierra. La norma de Su vida era la obediencia. Jesús dijo:
…Yo hago siempre lo que le agrada (San Juan 8:29).
En el huerto de Getsemaní, cuando el Señor Jesús meditaba en cargar nuestros pecados en la cruz, Él oró: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú (San Mateo 26:39). Ya que era la voluntad de Dios que Jesús muriera en la cruz por nuestros pecados, Él voluntariamente obedeció a Su Padre.
Jamás ha habido un suceso tan maravilloso en el universo como el Hijo de Dios siendo obediente hasta la muerte. La Biblia dice:
Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:8).
Porque Cristo se humilló a sí mismo y fue obediente hasta la muerte, Dios el Padre lo levantó de entre los muertos y lo exaltó hasta el trono mismo del universo. La Biblia dice:
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre (Filipenses 2:9).
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo…(Filipenses 2:8–9). A este hombre, Jesucristo, se le ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Ha llegado a ser Cabeza de una nueva raza: los hijos de Dios. Tal como Él vivió Su vida por el principio de la obediencia, así debemos vivir nosotros por esta misma norma de obediencia.
Hay Dos Principios en el Mundo
Tenemos que reconocer que hoy día existen dos principios en el mundo:
El principio de rebeldía, que es el principio de Satanás.
El principio de obediencia, que es el principio de Cristo.
Cada persona pasa su vida guiada por uno u otro de estos dos principios.
El principio básico del mundo es la rebeldía.
La Biblia habla de: …el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia (Efesios 2:2). Ese espíritu es el espíritu mismo de Satanás y se manifiesta en la rebeldía contra Dios y contra Su Hijo. Esta actitud del mundo se expresa en el Salmo 2:
Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos contra JEHOVÁ y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas (Salmo 2:2–3).
Esta actitud de rebeldía contra Dios y Su autoridad emana del corazón expresándose en caos y desorden. La Biblia dice que el mundo se irá haciendo más y más descontrolado a medida que nos acerquemos al fin de esta era.
Muchas personas que profesan ser cristianos nunca se han arrepentido de sus pecados. Siguen viviendo guiados por el principio de rebeldía y Cristo no los recibirá. El Señor Jesucristo dijo:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mateo 7:21–23).
El principio básico de los hijos de Dios es laobediencia.
Nosotros los creyentes debemos respaldar la autoridad de Dios. Antes de aceptar a Cristo éramos rebeldes y desobedientes, pero cuando Dios nos salvó, hizo posible que viviéramos una vida nueva bajo el principio de obediencia. El Señor Jesucristo, “El Obediente”, vive ahora en nosotros. La Biblia dice:
¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros…? (2 Corintios 13:5).
Porque tenemos al Señor Jesucristo viviendo en nosotros, podemos obedecer a Dios. Pero nuestra obediencia no es automática. No fue automática en la vida del Señor Jesús. Él eligió vivir la vida bajo el principio de obediencia. Y nosotros debemos escoger vivir nuestra vida bajo el mismo principio. La Biblia dice:
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús (Filipenses 2:5).