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"La Vida Cristiana Práctica"
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Manejando Nuestras Finanzas
El Señor Jesús enseñó mucho respecto al dinero y a la manera de usarlo correctamente. Nos enseñó que no debemos hacer demasiado énfasis en el, ni tampoco debemos darle poca importancia. En esta lección queremos aprender algunos de los principios bíblicos que tienen que ver con el dinero y los bienes materiales.
Tres Principios Grandes
Antes de considerar el tema de cómo debe manejar sus finanzas un cristiano, veamos tres grandes principios respecto al dinero y los bienes.
Dios es el dueño de todo.
El primer gran principio respecto al dinero y a los bienes materiales es éste: Dios es el dueño de todo. La Biblia deja muy en claro que este mundo y todo lo que hay en él, pertenece a Dios. Dios es Quien creó todas las cosas; por lo tanto, todas las cosas le pertenecen. La Biblia dice:
De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en el habitan (Salmo 24:1).
Dios es el dueño de todas las cosas que hay en el mundo. Incluso Él lo dice claramente en la Biblia:
Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos (Hageo 2:8).
Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados… Porque mío es el mundo y su plenitud (Salmo 50:10, 12).
Nunca debemos olvidar que Dios es el verdadero dueño de todas las cosas. Podemos poseer muchas cosas, pero su dueño es Dios. David reconoció a Dios como propietario de todas las cosas. Él dijo:
Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos (1 Crónicas 29:11).
Todas las cosas provienen de Dios.
El segundo gran principio respecto al dinero y a las posesiones es éste: todas las cosas provienen de Dios. No sólo Dios es el dueño de todas las cosas, sino que todo lo que recibimos proviene de Él. David dijo: Las riquezas y la gloria provienen de ti (1 Crónicas 29:12). Podemos ganar dinero trabajando mucho, pero es Dios quien nos da las fuerzas para trabajar. La Biblia nos advierte del peligro de olvidar a Dios y decir en nuestro corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza (Deuteronomio 8:17). La Palabra de Dios dice:
Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas… (Deuteronomio 8:18).
Nosotros y todo lo que tenemos pertenece a Dios.
El tercer gran principio respecto al dinero y a los bienes es éste: nosotros y todo lo que tenemos pertence a Dios.
Pertenecemos a Dios por creación. La Biblia dice:
Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado (Salmo 100:3).
También nosotros pertenecemos a Dios por redención. La Biblia dice:
¿O ignoráis que… no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6:19–20).
Puesto que nosotros mismos pertenecemos a Dios, todo lo que tenemos también Le pertenece. David también reconoció este principio. Después de haber dado una ofrenda sumamente costosa para la edificación del templo, dijo:
Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos (1 Crónicas 29:14).
Cuando reconozco que todo lo que tengo pertenece a Dios y le entrego todo a Él, me libro de grandes preocupaciones. Todo es propiedad de Dios, no mía, y Él puede cuidarlo mucho mejor que yo.
Lo que la Biblia Enseña Respecto al Dinero
Dios da algunos mandamientos muy claros respecto al dinero y cómo debemos administrarlo. Veamos algunos de ellos.
No incurras en deudas.
Dios no quiere que Su pueblo tenga deudas. La Biblia dice:
No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros… (Romanos 13:8).
Cuando nos endeudamos, perdemos un poco de nuestra libertad. La Biblia dice: El que toma prestado es siervo del que presta (Proverbios 22:7). Muchas veces Dios llama a la gente a servirle, pero no pueden hacerlo por causa de sus deudas.
No te esfuerces por ser rico.
El amor al dinero ha destruído más gente tal vez que ninguna otra cosa. La Biblia dice:
Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores (1 Timoteo 6:10).
No tienes que ser rico para amar el dinero. Muchas veces los que tienen menos dinero lo aman más.
La Biblia nos advierte contra los planes rápidos y fáciles de hacerse rico. Los hombres fraudulentos usan a veces proyectos de “hazte rico pronto” para robarle dinero a la gente confiada. La Biblia dice:
Se apresura a ser rico el avaro, Y no sabe que le ha de venir pobreza (Proverbios 28:22).
No acumules riquezas.
Todo cristiano debe ahorrar algo de lo que gana para tener recursos en caso de emergencias. Pero no debemos acumular dinero. Salomón, el hombre más sabio que ha vivido, dijo:
Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal (Eclesiastés 5:13).
El Señor Jesús nos insta a hacernos tesoros en el cielo en vez de juntarnos tesoros en la tierra. Él dijo:
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo… Porque donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón (Mateo 6:19–21).
No hagas del dinero tu dios.
No podemos servir a Dios y, al mismo tiempo, hacer del dinero nuestra meta en la vida. Jesús dijo que es imposible servir a Dios y al dinero. Nuestro Señor dijo:
Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Lucas 16:13).
La Biblia nos advierte una y otra vez contra el peligro del dinero. Jesús lo llamó “riquezas injustas” porque el dinero es parte del injusto sistema mundial de Satanás y muy a menudo lleva a la gente lejos de Dios. La Biblia dice:
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición (1 Timoteo 6:9).
El dinero da a la gente un sentido de poder e importancia, pero no ofrece seguridad verdadera. La Biblia dice:
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas… (1 Timoteo 6:17).
En 1921, se juntaron en el Edgewater Hotel de Chicago, nueve de los hombres de negocios más expertos en ganar dinero. Se incluía entre ellos el jefe del monopolio más grande, el especulador más sobresaliente de Wall Street, el presidente de la compañía independiente más grande de acero, el presidente de la empresa eléctrica más grande, el presidente de la compañía más grande de gasolina, el especulador en trigo más grande de los Estados Unidos de América, el presidente de la bolsa de Nueva York, el presidente del Banco Internacional de Liquidaciones y un miembro del Gabinete Presidencial.
Veinticinco años más tarde, ¿dónde estaban estos hombres de fantásticas riquezas y poder?
Ivar Krueger, jefe del más grande monopolio, se suicidó. Jessie Livermore, el especulador de más éxito de Wall Street, se suicidó. Charles Schwab, presidente de la compañía de acero independiente más grande, murió en bancarrota. Samuel Insull, el presidente de la empresa eléctrica más grande, murió sin un dólar, siendo un fugitivo de la ley, en un país extranjero. Howard Hopson, presidente de la compañía de gasolina más grande, se volvió loco. Arthur Cotton, el máximo especulador en trigo, murió en el extranjero, arruinado. Richard Whitney, presidente del mercado de acciones de Nueva York, fue condenado a la Penitenciaría de Sing Sing, convicto por fraude. Leon Fraser, presidente del Banco Internacional de Liquidaciones, se suicidó. Albert Fall, miembro del gabinete presidencial, fue enviado a prisión por un crimen, y perdonado finalmente de la prisión para que pudiera morir en su casa.
Estos hombres centraron sus vidas en el dinero. Cuando su riqueza se esfumó, no tenían por qué vivir. En vez de poner nuestra confianza en “riquezas inciertas”, debemos poner la confianza en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos (1 Timoteo 6:17).
Cómo Manejar el Dinero Sabiamente
Un principio respecto al dinero que se recalca en la Biblia es éste: si somos sabios al manejar pequeñas cantidades de dinero, Dios nos confiará una mayor cantidad. (Ver Mateo 25:14–30.)
Veamos algunas maneras prácticas de manejar el dinero sabiamente.
Haz un presupuesto.
Hay mucha gente descuidada con su dinero. Lo gastan y dicen: “¿a dónde se me fue?” La manera de evitar esto es tener un presupuesto y llevar el registro de todos los gastos. Cuando manejas correctamente tu dinero, tú no preguntas a donde se fue, sino lo mandas a donde debe ir.
Aparta un dinero para emergencias.
En toda familia hay siempre momentos en que las cosas van mal y hay emergencias. Puede ser un gasto inesperado con el auto o algún gasto médico. Ahorrando cada día de pago, algo para emergencias, tú puedes enfrentar estas cuentas inesperadas sin salirte de tu presupuesto.
Evita sobrepasarte en las compras a crédito.
No debemos aceptar la filosofía del mundo de “Compre ahora y pague después”. Cuando el crédito es tan fácil de obtener, es también muy fácil incurrir en tantas deudas que no se pueden hacer los pagos.
Aprende a distinguir entre lo que necesitas y lo que deseas.
Dios ha prometido suplir todas nuestras necesidades, pero no ha prometido darnos todo lo que deseamos. Debemos distinguir bien entre ambos. Debemos comprar las cosas por su utilidad, no por “presumir” o sólo porque lo deseamos.
Evita comprar impulsivamente.
Muchas veces vemos algo que queremos y lo compramos antes de considerar si está a nuestro alcance o no. Este error puede evitarse siguiendo “la regla de demorar las compras”.
¿Cuál es esta regla? Es ésta: no hagas compras de ningún tipo bajo la presión del parloteo de un vendedor. Cuando el vendedor haya terminado su “discurso”, sólo contesta: “Gracias, regreso en uno o dos días”. Esto te dará tiempo para pensar en la compra y hacer tu decisión sin la presión del vendedor.
Paga tus deudas a tiempo.
El pagar las cuentas pronto honra al Señor y también te ayuda a tener una buena reputación y buen crédito. Es un buen testimonio para las personas no salvas.
Vive de lo que Dios provee.
Dios ha prometido proveernos de todo lo que necesitamos, pero no ha prometido que viviremos en gran abundancia. Cada cristiano debe aprender a subsistir con lo que Dios provee y no vivir impulsado por el deseo de riquezas o de cosas materiales. El apóstol Pablo aprendió a vivir contento ya sea que tuviera poco o mucho. Pablo dijo:
…He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente (vivir con casi nada), y sé tener abundancia (vivir cuando tengo mucho)… (Filipenses 4:11–12).
ADVERTENCIA ESPECIAL: No sirvas de fiador.
En el libro de Proverbios, Dios nos advierte seis veces en contra de ser “fiador” por las deudas de otra persona. Hoy lo llamamos “aval”. Cuando avalamos la firma de alguien, significa que asumimos la responsabilidad del pago de esa deuda. Si, por alguna razón, la otra persona no paga la deuda, entonces tenemos que pagarla nosotros. No debemos avalar la firma de otra persona porque Dios nos dice claramente que no lo hagamos. La Biblia dice:
No seas de aquellos que… salen por fiadores de deudas (Proverbios 22:26).
Mucha gente ha aprendido por experiencia que, cuando tratan de ayudar a un amigo avalándolo, acaban por perder a ambos, a su dinero y a su amigo.
Cómo Salir de las Deudas
Un cristiano debe manejar sus finanzas en una forma que honre al Señor Jesús. Tener cuentas vencidas y deudas pendientes es un mal testimonio y una deshonra para el Señor.
Mucha gente que está endeudada piensa que lo que necesita para salir de las deudas es tener mayores entradas. Pero la solución no es tan sencilla como éso. Algunas personas que tienen poco dinero, se endeudan, y cuando reciben más dinero, se endeudan aun más.
El lograr la libertad financiera requiere una actitud correcta y acciones debidas. Tú debes tener un anhelo intenso de verte libre de deudas. Debes creer que el ser libre de tus deudas es la voluntad de Dios para ti, y todo lo que es la voluntad de Dios para ti, puede llegar a ser una realidad en tu vida. Los pasos siguientes pueden ayudarte a lograr tú libertad financiera:
Haz una lista de tus cuentas pendientes y de tus deudas.
Por cada deuda, anota la compañía, banco o persona a quien le debes, junto con su dirección y el nombre de la persona con quien debes hablar respecto a esa deuda, y también la cantidad adeudada. Ten cuidado de anotar todas las deudas.
Analiza tu presupuesto.
Haz una lista de todos los gastos necesarios en orden de importancia. Enumera sólo las cosas que son realmente necesarias. No anotes cosas de las que puedes privarte. Determina la cantidad que ha quedado después de hacer los gastos imprescindibles. Debes usar este saldo para pagar tus deudas anteriores en una forma periódica.
Recuerda siempre esta verdad: tu puedes tener dinero en tus manos, pero si le debes algo a alguien, el dinero que tienes no es verdaderamente tuyo. Pertenece a la persona a quien le debes.
Decide qué pagos puedes hacer a cada acreedor.
Decide pagar a cada acreedor cierta cantidad regularmente, hasta que la deuda esté pagada. Algunas cuentas necesitarán pagos mensuales más grandes que otras. Decide el pago máximo que puedes hacer a cada acreedor periódicamente. Una vez que tú lista esté hecha, pon la fecha a cada deuda indicando cuando piensas tenerla totalmente cancelada. Tu plan debería representar un honesto y sincero esfuerzo de tu parte para cumplir las obligaciones.
Para que tu plan funcione, debes suprimir cualquier gasto que no sea preciso para vivir. Acaba con las compras a crédito. Paga por las cosas que vayas comprando. Lleva un registro escrito de todos los gastos, de modo que sepas exactamente a donde va tu dinero.
Presenta tu nuevo plan de pagos.
Habla personalmente con cada acreedor. Explícale tu situación y dale a conocer tu plan. Pregúntale si está de acuerdo con la forma en que vas a pagarle la deuda.
Es importante que cumplas tu palabra y hagas lo que has prometido hacer. Si por cualquier razón te es imposible hacer un pago a tiempo, no te olvides de notificar al acreedor correspondiente.
Persevera en tu plan.
Si sigues tu plan empezarás a salir de tus deudas. Cada vez que una deuda esté completamente saldada, indícalo en tu lista. El quedarte libre de deudas es de gran valor para ti porque estás obedeciendo a Dios, y Él te bendecirá por eso.
Toma una decisión: nunca huiré de mis deudas. No es una deshonra endeudarse, pero sí es una deshonra evadir una obligación honesta. Un cristiano jamás puede justificar su falla en no enfrentar honradamente sus obligaciones. Huir de tus deudas no sólo es deshonesto, sino que te causará también la pérdida de tu autorespeto, junto con la pérdida del respeto de los demás.
Organizando Correctamente las Prioridades
El hacer dinero no es el propósito de la vida. El mundo mide el éxito de acuerdo a la cantidad de dinero o de posesiones de una persona, pero ésta no es la forma verdadera de medir el éxito. El Señor Jesús dijo:
…porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee (Lucas 12:15).
Jesucristo mismo nos enseñó el camino al verdadero éxito. Es tan sencillo que podemos pasarlo por alto fácilmente. He aquí lo que el Señor dijo:
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:33).
Buscar “primeramente el reino de Dios” significa poner a Dios y Sus intereses, primero en nuestra vida. Buscar “su justicia” significa que con todo el corazón debemos tratar de ser lo que Dios quiere que seamos.
Hay algunas cosas muy prácticas por las cuales podemos demostrar que de verdad ponemos a Dios primero en nuestras vidas:
1. Darle a Dios la primera hora de la mañana.
2. Darle a Dios el primer día de cada semana.
3. Darle a Dios la primera parte de todo el dinero que recibimos.
4. Darle a Dios el primer lugar en nuestro hogar.
5. Darle a Dios el primer lugar en nuestras costumbres.
Si ponemos verdaderamente a Dios y sus intereses primero en nuestra vida, tenemos Su promesa de que Él proveerá nuestras necesidades. Si tenemos a Dios y lo que Él provee, tenemos todo lo que realmente necesitamos. Pablo dijo:
Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto (1 Timoteo 6:6–8).